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Justicia burlada por Alfonso Ussía

La Razón
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Nos temíamos que iba a suceder. La Justicia no puede condenar sin pruebas y la prueba fundamental en el caso de Marta del Castillo es el cadáver de Marta. Pero eso no significa que no haya sido burlada por la banda más fría, perversa y deleznable de cuantas han delinquido y asesinado en España en las últimas décadas. La Justicia sabe que todos son culpables, pero sólo ha podido condenar al asesino principal, a Carcaño, mientras el resto de su grupo, forajidos gélidos, se ha ido de rositas. Los padres y el abuelo de Marta del Castillo se han topado con el rigor garantista, que en su caso se ha convertido en un rigor cínico al servicio de los intereses de los criminales. Carcaño, «el Cuco» y compañía se han reído de todos. De la familia de Marta, de la Policía, de las investigaciones, de los jueces y de los ciudadanos. Han elaborado una trama de mentiras y falsos mensajes que sólo se puede mantener desde una frialdad inhumana. Pero no les arriendo las ganancias a los golfos absueltos por falta de pruebas.

Lo escribí meses atrás cuando el repugnante «Cuco», más que una condena, fue objeto de un masaje judicial. No hay en España ningún rincón libre de miradas. Allá donde vayan y allá donde estén, los estarán vigilando. Aparezca o no el cuerpo de Marta del Castillo, su sombra se moverá siempre con ellos, y la resistencia anímica no se sostiene toda la vida. Para mí, que ellos mismos serán sus jueces y terminarán redactando sus propias condenas.

«El Cuco», que para camuflar su antiestética se ha dejado pelo de puta antigua, podrá ir las veces que quiera a la peluquería para cambiar su aspecto. Pero todos lo conocen, y en Sevilla más. «El Cuco» y sus compañeros de fechorías no podrán hacer jamás una vida normal. Están señalados. Y no le arriendo las ganancias al canalla de Carcaño durante sus años de cárcel. En las prisiones existen unos códigos no escritos por los propios presos que en ocasiones suplen al Código Penal.

Hemos asistido al ejemplar combate de una familia extraordinaria contra su tragedia. Pidieron Justicia y no venganza. Pero la Justicia les ha fallado, decepcionado e incluso, humillado. No responsabilizo a los jueces, que se han visto obligados a juzgar con testimonios contradictorios y sin la prueba definitiva. Sucede que esa sentencia, excesivamente ajena a las interpretaciones lógicas, nos ha fallado, decepcionado y humillado a la mayoría de los españoles. Ocurre con frecuencia con el exceso de garantías, que terminan beneficiando a los criminales en perjuicio de los pacíficos. Pero una Justicia que no ofrezca esas garantías perdería su razón de ser en un Estado de Derecho. Contradictorio y terrible, pero así es.

El fracaso ha sido absoluto. Ha fracasado la Justicia, han fracasado las Fuerzas del Orden Público y sus investigaciones y ha fracasado la sociedad. El triunfo, para los asesinos y sus cómplices. Pero un triunfo relativo y nada tranquilizador. Lo repito. Mil ojos seguirán sus pasos por la libertad. Van a experimentar el desasosiego allá donde se encuentren o se escondan o intenten olvidar su perversidad improbada. Van a vivir, si eso es vivir, en compañía de una colitis permanente. No volverán a ser ellos. Tampoco Marta, que por ellos sufrió lo indecible y la brutalidad terminó con su vida. Pero ella, a su manera, descansa y espera. Ellos no van a descansar nunca. Ni el de dentro ni los de fuera.