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El mérito del Manresa por Juan AOrenga
En esta Liga, como en casi todo lo demás, parece que el «glamour» consiste en hablar siempre de lo que pasa a los grandes, con lo que se tiende a olvidar la importancia que tienen las cosas pequeñas. Después de ver los resultados de la última jornada, donde la diferencia en siete de sus partidos ha sido amplia (entre catorce y veinte puntos), parece que más que quejarse de esto, o fijarnos en lo que es obvio, lo que hay que hacer es potenciar la labor de los que con poco están haciendo mucho y ponen la sal y la pimienta a la competición.
Hablar de la proeza de Lagun Aro o Mad-Croc Fuenlabrada no sería nuevo, pero hacerlo de la apabullante superioridad que demostró el Manresa en la dificilísima cancha del Gran Canaria, y su regularidad en lo que va de año, merece un punto y aparte. Los manresanos tienen lo que tienen, lo asumen y no se quejan. Cortísimo presupuesto, que obliga a conocer el mercado y a acertar siempre con los fichajes. Sus extranjeros tienen que llegar sin hacer ruido, y con muchas dudas como tarjeta de presentación. La elección la hacen con seguridad y confianza, la misma que dan a sus jugadores, sabiendo que una vez hecha la plantilla queman las naves hasta el próximo año para evitar la posibilidad de dudar.
Sin esta confianza, sería imposible alcanzar el rendimiento que alcanzan. Así llegaron Hanga, Downs, Doellman, Gladyr… y resucitaron a otros como Asselin. Como no hay más y no sirve llorar, sino plantear soluciones, hay que tirar de juventud. Alex Hernández y Pierre Oriola, a los que en otro equipo no les verían bien ni para rellenar los entrenamientos, demuestran que si les dan la oportunidad la aprovechan. Y, por último, pero el más importante, el técnico, Jaume Ponsarnau, que con pocos mimbres consigue que su equipo juegue un baloncesto sólido, compacto, resistente y bonito.
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