Berlín
«Dónde meto a 3000 italianos»
Con 420.000 peregrinos ya inscritos a la JMJ (cifras de la semana pasada), los retos se multiplican en la sede de la secretaría general de la organización anfitriona, junto a la parroquia madrileña de San Juan de la Cruz, donde cien personas se desviven cada día por lograr que todo salga bien.
«Es un encaje de bolillos», dice el responsable de esta secretaría, el padre Goyo Roldán. A su lado está Nikola Deschauer, una voluntaria alemana que lleva un año en la organización. «¿Conoces la expresión "encaje de bolillos"?», preguntamos a Nikola. «Es como un trabajo de chinos, ¿no?», dice ella. Alrededor hay voluntarios de Congo, de Costa de Marfil, de Polonia... También hay una china, Paula, de Taiwán, aunque no en esta sala. Aquí se trata con embajadores, se habla de visados y de seguros. «Lo más difícil es traer a la gente de Pakistán, Bangladesh, de la India y también de países comunistas», explica el padre Goyo. «Hay obispos que piden que no hagamos pública su asistencia, o tendrán problemas en su país».
Los que vienen en tromba son los italianos, enormes grupos de dos mil o tres mil peregrinos cada uno, que quieren alojarse juntos. Roldán se reúne con su adjunto, el padre Luis Melchor, y Gabriel Comas, que coordina la acogida del norte de Madrid. «¿Dónde meto a tres mil italianos? Nos ofrecen una docena de escuelas, pero son infantiles, sin instalaciones», dice Comas.
«Mientras tengan suelo...», se contenta Melchor. «Esto es una peregrinación, los chicos vienen a dormir en el suelo, a vivir con austeridad e incomodidades», afirma Roldán. En la reunión no hay veteranos de la JMJ de Czestochowa, en Polonia, recién caído el Muro de Berlín, famosa por el frío, la lluvia y la austeridad extrema, aunque Roldán estuvo en la de Santiago, la de Roma, la de Toronto, la de Colonia y la de Sídney. «Hay toda una generación de monjes, curas y religiosas que encontraron su vocación en una JMJ, y también matrimonios», señala. Al padre Goyo le relaja presidir la misa de ocho en su parroquia. Admite que alguna noche ha perdido el sueño por cuestiones organizativas, pero que no sufre estrés: «En realidad, esto es como un sueño, algo que empezamos a soñar hace ya 9 años». Los voluntarios y trabajadores de la JMJ suelen acudir a la misa diaria de las dos de la tarde, que oficia alguno de los curas de la organización. Aquí se vive el «ora et labora», el «reza y trabaja» que popularizó San Benito. «Tengo unas benedictinas del Císter rezando por nosotros, y hay mucha más gente que nos apoya con oración, claro», señala Roldán.
Junto a un cuadro del joven monje San Rafael Arnáiz, canonizado hace dos años y patrón de esta JMJ, unas voluntarias ensobran certificados de asistencia. No muy lejos, gestionan la acogida de 4.000 discapacitados, con 500 en silla de ruedas. Es un trabajo en equipo que impresiona en una sociedad individualista. «Algunos jóvenes hoy dicen eso de "Jesús, sí; Iglesia, no", pero son los mismos que dicen "trabajo sí, pero sindicato, no"o "asociarme, no"», comenta Goyo Roldán. También ellos están invitados a la JMJ: «Hay que invitar a tiempo y a destiempo», añade
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