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Qué desvergüenza

La Razón
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La fiesta de San Sebastián es, sin duda, la fecha más entrañable para todos los donostiarras. Se celebra el día del patrón de la ciudad con 24 horas ininterrumpidas de tamborradas que empiezan y terminan a las 00:00 horas, en la plaza de la Constitución, el corazón de la Parte Vieja. Un lugar en el que se juntan miles y miles de personas, prietas las unas contra las otras como sardinas en lata. Una razón por la que los amenazados por la banda no han (hemos) podido disfrutar durante lustros de una festividad tan señalada, pues resultaba imposible garantizar la seguridad. Sólo hay un lugar privilegiado, la biblioteca municipal en el edificio central de la plaza, reservado a la Corporación municipal y a sus invitados, que en esta ocasión han resultado ser los familiares de los presos de ETA. Sin embargo, a priori, todo hacía pensar que la situación sería diferente a la de años anteriores. Es más, yo misma estaba ilusionada con el hecho de cantar in situ las marchas del maestro Sarriegi, después de 14 años de no poder pisar el suelo de «La Consti». Pero obligaciones laborales de última hora me impidieron estar allí, lo que me disgustó sobremanera. En cambio, visto y oído lo que allí sucedió y conocido que el leitmotiv de la celebración fue enaltecer a ETA y a sus secuaces, me alegré de no haber asistido a semejante desvergüenza. Lo hubiera pasado fatal y me hubiera sentido frustrada, una vez más.
Ahora, pasada la nefasta jornada, cabe hacer algunas consideraciones sobre el papel de PNV y PSOE, los dos partidos que permiten gobernar a Bildu en el Ayuntamiento de San Sebastián, responsable de la organización de la fiesta patronal, así como en la Diputación de Guipúzcoa. La izquierda abertzale no dispone de mayoría absoluta en ninguna de las dos instituciones y, por el contrario, la suma de los partidos democráticos supera en número de concejales o diputados forales a los de Bildu. Por eso, ya va siendo hora de que alguien impida que los proetarras campen a sus anchas, transgrediendo la ley, sin que ninguna de sus diatribas tenga consecuencias para ellos.