Lorenzo Silva: «Las historias cómodas dan menos de sí»

–Narra los avatares de un joven falangista de la División Azul que acaba luchando en las SS. ¿Por qué le sedujo esta historia?
–Por lo poco conocida y lo incómoda. Me gustan las historias incómodas. Las cómodas dan menos de sí.

–No sé si ha pensado que ese joven pudo ser usted de haber vivido aquel tiempo...
–Creo que me hubiera costado hacerme falangista: soy poco dogmático.

–Todos pudimos ser falangistas y todos del Frente Popular, ¿no?
–Todos podemos ser todo si las circunstancias se conjuran, aunque siempre queda un resquicio para la libre elección.

–Dice usted que no todos los falangistas fueron bestias. ¿Era necesaria la aclaración?
–A alguna gente hay que aclararle eso y también que no todos los de la FAI fueron asesinos.

–Malos tiempos en los que cada día hay que repetir lo obvio...
–Siempre ha sido así. Si los americanos no han superado su guerra civil de hace 150 años, está claro que a nosotros aún nos queda tiempo para superar la nuestra y que no levante ampollas como sigue levantando.

–¿Entiende que hoy existan falangistas?
–No. Entiendo que los hubiera en el 36, pero hoy los falangistas me parecen alienígenas.

–Habla de las motivaciones que llevan a la guerra. ¿No son siempre económicas?
–Básicamente, sí, pero luego están los fenómenos de alucinación colectiva que provocan los flautistas de Hamelin del poder.

–No sé si esta crisis y el caos son el preámbulo de una gran guerra...
–Ya estamos en guerra, lo que pasa es que nosotros vivimos en la retaguardia.

–Y sin querer saber que hay guerra. El narrador, joven aprendiz de escritor, ve similitudes entre el oficio de las letras y el de soldado...
–Las hay. Ambos necesitan disciplina, sacrificio, solidaridad y coraje. El escritor debe ser un soldado dispuesto a luchar por su historia.

–Bolaño afirmaba que hay que adentrarse en los territorios que nos dan pánico. ¿Qué territorio da pánico a los escritores españoles?
–La Guerra Civil y, como dice Isaac Rosa, el mundo de la gente normal que se levanta a las siete de la mañana.

–Va a ser verdad que al que madruga el escritor no le ayuda...