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Dilma Rousseff: La adusta guerrillera que cambió por amor a Lula
Su vida da para un serial de los que tanto gustan a los brasileños. Uno de esos donde se desbordan enredos y pasiones. Hija de un exiliado comunista búlgaro, Dilma (Bello Horizonte, 1942) se unió con 19 años a la guerrilla que combatía la dictadura militar.
En 1970, sin haber participado en ninguna acción armada (asegura) fue detenida en São Paulo y condenada a casi tres años de cárcel. Para entonces, 22 años, ya se había casado y divorciado. Salió con 25, después de haber sido torturada, por lo que fue indemnizada en 2006. Se casó por segunda vez con el gran amor de su vida, Carlos Araujo, también guerrillero y padre de su hija (fue madre a los 28), con quien convivió 30 años hasta que un buen día lo dejó tirado al descubrir que esperaba un hijo de otra. En 1977 se graduó en Economía. Con la ley de amnistía, «Juana de Arco» se pasó a la actividad política en el PDT del caudillo socialista Leonel Brizola. Ocupó la Secretaría de Energía de Río Grande do Sul, cargo al que regresó en 1998 cuando el PT de Lula ganó la gobernación con el apoyo del PDT. En 1999, la alianza saltó por los aires y Dilma eligió seguir en el cargo y afiliarse al PT. En 2002, llega el reconocimiento cuando Lula queda impresionado por sus conocimientos en una reunión con expertos en energía. «Llegó con su ‘notebook', hablaba claro y era muy competente. Por eso la elegí», dijo Lula. La nombra ministra de Energía y luego escala posiciones a medida que los escándalos se llevan por delante a los sucesores naturales de Lula (Dirceu y Palocci). Ambos preparan ahora su regreso con Dilma. Primero, se convierte en la primera mujer en ser jefa de Gabinete y luego en 2010, tras vencer un cáncer linfático –«fue bueno sentir el agua correr por la cabeza», asegura–, Lula la nombra sucesora y le pide una mutación. Dilma experimenta un cambio radical. Divorciada hace 10 años, se «retoca» cara y dientes, se gana el voto de las mujeres con su condición de madre y abuela, y tira las gafas de pasta a la basura. Dilma «la guerrillera», la que –según Lula– tenía atemorizados a sus compañeros de Gabinete, inventora de la palabra «presidenta» –que no existía en portugués porque jamás hubo una mujer al mando a uno u otro lado del Atlántico– hizo ayer historia por amor a Lula.
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