Crítica de cine/«Directo a la fama»: Y al fracaso

A todo fracaso estrepitoso, dice el manual no escrito del sueño americano, le corresponde un éxito fulgurante. Quizá por eso esta comedia vagamente cruel empieza con un estallido de pánico escénico y acaba con una triunfal redención entre lentejuelas, ambos sucesos situados en una representación escolar de «El mago de Oz» con ocho años de diferencia. El protagonista de esta breve, apretujada toma de conciencia es Marc Pease (Schwartzmann), cantante a capella en un grupo que pierde miembros y que desperdició la oportunidad de deslumbrar en el escenario de su instituto como el Hombre de Hojalata . Marc tiene un ídolo que no tardará en enseñar sus pies de barro y que se revelará como su némesis: Gribble (Stiller), patético director de teatro de enseñanza secundaria, aficionado a dar falsas esperanzas a sus alumnos, imbuido de los delirios de grandeza de un productor de Broadway. La acción transcurre el día en que Marc abre los ojos y descubre que sus ilusiones de abrirse camino en el espectáculo no tienen nada que ver con los consejos de un profesor que no se distingue por tener una carrera brillante. Una pena que el filme no acabe de despegar ni por el lado cómico ni por el lado cruel: el tono es fofo, aplatanado, y ninguno de estos personajes se apartan lo bastante del estereotipo para generar interés en el público.