LaLiga Santander
«Benzemiau» no caza ratones
Durante 79 minutos, los que estuvo sobre el terreno de juego, «Benzemiau» intentó convencer a Mourinho de sus cualidades goleadoras, de que no debe preocuparle la ausencia de «Higuau», de que los tres tantos que hizo al Auxerre no fueron casuales, que no le sonó la flauta... Pero el entrenador no termina de creerle.
Se ha empeñado en que necesita otro delantero, mandó un mensaje a la directiva en el partido con el Valencia y en La Romareda envió otro: este gato no caza ratones. Y le cambió después de que Leo Franco le adivinara otro mano a mano ya con el partido resuelto (1-3). «Mou» quiere otro perro.
Cuando Mourinho coge un hueso, no lo suelta. La ausencia de Higuaín, piensa, condiciona el futuro del equipo y no ha dudado en manifestar públicamente que Benzema no satisface sus necesidades. No le colma. Introduce en la alineación-tipo los cambios que exigen las circunstancias; pero no se olvida de lo que precisa. E insiste. No deja de roer; pero no se distrae. Ni siquiera aquella goleada del Camp Nou le afecta ya. Corrige, toma decisiones y actúa. De la robusta conexión alemana (Özil-Khedira), o de la coalición portuguesa luminiscente (Pepe-Carvalho-Cristiano), ha pasado a la sorprendente asociación francesa (Lass-Benzema). Monta y desmonta alianzas más literarias que consecuentes, según las necesidades del equipo. Y ahora, con los lusos establecidos en el Real, toca el turno galo por exigencias del guión. Lesionados Higuaín y Khedira, corresponde a los vecinos del norte, hace una semana rumores de mercado de invierno, justificar nombre e inversión. Con el Zaragoza enfrente, la misión es más bien sencilla.
El Zaragoza de Aguirre, como lo era el de Gay hasta que la directiva hizo y deshizo, es un quiero y no puedo, un desastre defensivo que no remedia el despistado centro del campo ni la obnubilada delantera. Al Madrid, como al Barcelona, hay que plantearle los partidos con seriedad y muchas precauciones; pretender jugar de tú a tú es condenarse. Tal y como sucedió.
La calidad individual de los jugadores del Madrid es tan indiscutible como las carencias de los zaragocistas, desde el portero al punta. A Leo Franco se le pasó el arroz cuando estaba en el Atlético y no mejoró mientras estuvo en el Galatasaray. El Zaragoza es su retiro y, salvo por acciones concretas y aisladas, tiene la jubilación garantizada. Lo que tiene por delante tampoco le ayuda. De cuando en cuando Diogo sorprende con una fugaz carrera por la banda y un buen centro, pero son más sus yerros defensivos, tan abundantes y obvios como los de sus compañeros de línea.
Después del espejismo de los primeros diez minutos, cuando Casillas temió que Lafita le podía dar un disgusto, la verdadera dimensión del anfitrión quedó en evidencia. Un lujoso taconazo de Cristiano, un centro mayúsculo de Marcelo y el remate más fácil de Özil (0-1) mostraron el camino al perseguidor del Barça. El contragolpe no era una mala elección, al contrario, y así fue cómo «Benzemiau» perdió su primer mano a mano por lento.
Karim lucha, Karim no para de moverse, Karim busca el desmarque, Karim hace paredes, es solidario, trabaja para el equipo y se vacía, pero Karim no muerde. Mourinho le exige goles, como los que metió al Auxerre, mas no siempre está tan listo o tan inspirado. En Zaragoza falló repetidamente en el remate; no en la entrega ni en las ganas ni en el valor. Lo primero, su falta de gol, terminaría por pasarle factura.
Mejor pintaba para su compatriota Lass, a quien Diogo hizo un penalti que no vio el árbitro. Lass se maneja bien en su zona; y frente a equipos tan débiles y accesibles como el Zaragoza brilla. Parece así que se entiende mejor con Xabi Alonso y con el resto. Es uno más, uno de los que no tardan en acercarse a Cristiano Ronaldo cuando éste marca. «CR7» hizo el segundo gol mediante un disparo de falta que podría considerarse como la «folha seca» atómica. Leo Franco ni vio el balón ni intuyó el disparo. Se quedó helado.
Llegado el descanso, 0-2. Sólo dos minutos después de la reanudación, un pase extraordinario de Alonso permitió a Di María ganar la espalda a la horrorosa defensa zaragocista y elevar la pelota por encima de Franco cuando salió. Luego hizo penalti Carvalho a Bertolo. Casillas encajó el gol de Gabi en su partido 400 en Liga.
Con el 1-3 y con los cambios que introdujo Aguirre el Zaragoza mejoró momentáneamente. Apenas algo imperceptible. Insuficiente. Y Mourinho siguió a lo suyo, con su hueso entre las mandíbulas: quitó a Benzema después de fallar otro mano a mano con Franco y metió a Granero. Luego entró Diarra y en el minuto 90 debutó el joven Morata, en La Romareda, como antaño Raúl.
Quizá fue una concesión a la directiva y al departamento técnico del Madrid. El canterano rondó el gol, ese que Leo adivinó varias veces a Karim, para desesperación del entrenador madridista. Pero «Mou» no se enfadó con el debutante e hizo ostensible sus disgusto con los admisibles errores del francés. No puede disimularlo.
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