Elecciones europeas
Incertidumbre tras una carrera de más a menos
A pesar de que en las camisetas de algunos militantes, que acudieron al mitin de Tomás Gómez, ponía «ilusión», lo que ayer se respiraba en la Facultad de Medicina eran nervios. Era el último día de la campaña de los socialistas «rebeldes» y aunque al principio empezaron con muchas esperanzas, la carrera se les ha puesto cuesta arriba en los últimos días.
Gómez saltó a la fama porque se enfrentó a su jefe de filas José Luis Rodríguez Zapatero. Dijo «no» cuando éste le pidió que se retirara en favor de Trinidad Jiménez. El gesto de enfrentarse al «jefe», de rebelarse ante las imposiciones cayó muy bien entre los militantes más desencantados con los candidatos madrileños y entre la vieja guardia del PSOE, entre los que nunca acabó de caer Zapatero.
Las primarias se juntaron con la aprobación de la reforma laboral por parte del Gobierno y con el giro que ha tenido que dar Zapatero hacia políticas económicas más propias del PP, con lo que el «gancho» era perfecto.
Gómez se infló cuando a su lado se situaron la mayoría de los alcaldes socialistas de Madrid, el llamado cinturón rojo, a ellos se unieron figuras de renombre en el partido: José Acosta, Juan Barranco, Gregorio Peces-Barba o Virgilio Zapatero. El ex alcalde de Parla se vio en las portadas de los diarios, cuando antes ni siquiera salía en la agenda y concedió incluso entrevistas en el «prime time».
Pero pronto, el globo empezó a desinflarse. Trinidad Jiménez presentó prácticamente el mismo número de avales de su candidatura, con lo que el eslogan de «candidato de las bases» empezó a caerse.
Luego las compañías dejaron de ser tan recomendables, sobre todo cuando a los mítines del ex alcalde de Parla se presentaban ex ministros no tan bien vistos como José Luis Corcuera o el condenado José Barrionuevo.
Lo peor, sin duda, llegó con las encuestas. Los de Gómez, seguían insistiendo en que «hay una» que les da ganadores, pero el resto (internas y externas) dicen los contrario. Quizás por todo esto, ayer en el mitin de cierre de campaña el equipo de prensa del PSM se animaba diciéndose a modo de mantra «¡podemos!».
Pero el desasosiego era inevitable. Lo sentían los organizadores al comprobar que el número de militantes que asisitieron a la presentación de la campaña, en septiembre, llegaba a los 2.000, mientras que en el cierre, sólo un mes después, se quedaba en unos 1.300. Pero ayer también hubo más aplausos. Quizás por nostalgia tras ver que se termina la que podría ser la primera y la última campaña de Gómez en la Comunidad y el periodo de mayor actividad política de los socialistas de Madrid de los últimos años.
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