Valencia

Alonso por Sabino Méndez

La Razón
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El enfado que verbalizó Fernando Alonso después del Gran Premio de Valencia, hace ahora una semana, fue justamente comprensible. Quizá se hiciera duro escucharlo en voz alta, pero es lo que pensábamos más de cien mil personas y debemos agradecerle habernos dado voz. Por tanto, sorprende que, un día después, Joan Villadelprat, todo un director deportivo de equipos del asunto, publicara una columna en un periódico de máxima difusión riñendo a Alonso por sus declaraciones. El error de los jueces no significa que la verdad no siga estando donde estaba. Lewis Hamilton podrá ganar haciendo trampas pero nunca conseguirá por esos medios alcanzar el prestigio que tiene Alonso. Las grandes marcas no consideran fiables a los pilotos que ganan –con pillerías– pero que luego estrellan su coche en la última vuelta cuando van solos en cabeza. Ése (la fiabilidad) es el criterio, y por eso las grandes marcas fichan una detrás de otra a Alonso. Y no a Hamilton, que ha estado siempre pegado a las faldas de mamá-gallina-McLaren, donde, por causas nacionalistas, se le permiten todos los caprichos y favoritismos. Está todavía por averiguar si, fuera de ahí, no sería más que un talentoso piloto del montón. Probablemente Villadelprat tuviera razón en algunas de las valoraciones que hacía. Pero cabe preguntarse por qué el técnico centraba su diplomática reprimenda en Alonso y no la dirigía, por ejemplo, a Don Luca Di Montezemolo, patrono y presidente de Ferrari, que dobló sus declaraciones hablando de «suceso gravísimo e inaceptable» y de «carrera falseada». Joan es un gran técnico deportivo pero no es ni un piloto, ni un doble campeón del mundo, ni siquiera un columnista. Supongo que será lo bastante humilde como para entender que los profesionales del asunto le riñamos a él por su poca oportunidad escribiendo.