Cataluña

Recarte cabalga de nuevo

La Razón
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No suele ser habitual que un texto de economía disfrute de una repercusión sobre el conjunto de los ciudadanos y, todavía menos, que escale con una extraordinaria rapidez las listas de libros más vendidos. Por eso, cuando hace unos meses, el economista Alberto Recarte escribió el famoso «Informe Recarte» y, explicando la crisis económica, se encaramó a la cima de libros de mayor venta no pocos pensaron que se trataba de un fenómeno efímero. La verdad es que muchos recordarán que aquel libro causó una enorme impresión entre los lectores de a pie, recibió críticas extraordinarias por parte de los técnicos y se vendió magníficamente, pero ¿era posible repetir ese episodio? La respuesta a semejante cuestión ha demostrado ser rotundamente afirmativa con la aparición de «El desmoronamiento de España: el informe Recarte II», donde el mismo autor realiza un análisis profundo, documentado y riguroso de nuestra economía a la vez que ahonda en las causas de nuestra nada envidiable situación. En contra de lo que piensan aquellos que atribuyen a la economía la capacidad de erosionar nuestro sistema político, Recarte sostiene, de manera difícil de refutar, exactamente lo opuesto. Es precisamente nuestro sistema –y, sobre todo, la acción de los partidos– la que ha arrastrado a la economía al lugar donde se encuentra. La Constitución española se basaba, entre otras circunstancias, en el patriotismo de los partidos políticos y en un sistema autonómico que no desbordaría el orden legal sino que se mantendría un peldaño al menos por debajo del Estado federal. Sin embargo, semejante presunción de buena fe se ha visto desmentida, vez tras vez, por la realidad. Los partidos políticos –en especial a partir del período crepuscular de Felipe González– aceptaron pactar con los nacionalistas desventrando el Estado y –lo que es peor– se vieron contaminados por una visión política propia del nacionalismo catalán consistente en utilizar el victimismo político como instrumento privilegiado para obtener recursos de todos los españoles. Para colmo de males, sobre los recursos de todos, el Gobierno central no ejercía fiscalización alguna llegándose así a un punto en el que no resulta nada fácil saber qué gastan y cómo las más de las comunidades autónomas, aunque en algunos casos como Cataluña es obvio que su endeudamiento es intolerable. El resultado final de esta conducta es la suma de la crisis institucional con la inoperancia de un Gobierno central sin recursos y rendido a los nacionalistas, más a la consolidación de baronías autonómicas que no responden ante nadie salvo sus deseos de populismo electoralista. A nadie puede sorprender así que padezcamos un agujero económico que amenaza con hipotecarnos por generaciones. La crisis económica no ha causado el desgaste político. Es el malhacer de los partidos –y de otras instituciones– el responsable de la penuria que vivimos y, peor aún, que nos espera. ¿Resulta posible emerger de esa situación a la que, entre unos y otros, se ha visto arrastrada España? Recarte cree que sí aunque no es tarea fácil. Las reformas –mercado de trabajo, cajas, sistema de pensiones…– en el fondo las conocen todos aunque casi nadie quiere hacerlas. Sobre todo, rehúyen una indispensable reforma constitucional que frene el dispendio suicida del actual sistema autonómico. Pero o España opta por el camino doloroso de la reforma o tendrá que aceptar el no menos terrible de ver consumado su desmoronamiento.