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Lo hispánico causa pánico
Ahora que ya han pasado unas semanas de la sanción a Contador, creo que se puede reflexionar sin ruido sobre el asunto. Nadie, a excepción de él mismo, puede difícilmente saber si el de Pinto ha dejado entrar voluntariamente algo en su cuerpo. Para esas situaciones existen precisamente las investigaciones.
Pero sólo una verdad ha quedado clara después del procedimiento. Y esa verdad es que, ahora sí, todo el mundo del deporte, definitivamente, se ha quedado desprotegido contra el dopaje y, además, a escala internacional. Porque si el organismo último que debe cuidarse de combatir esa lacra actúa con tal ligereza procedimental y llamativa memez, entonces demuestra que no es fiable y, por tanto, que no tenemos ningún escudo entre manos para defendernos de esas prácticas.
Parecen empeñados en demostrar que son una institución moderna y que, como tal, tienen los cerebros más a la moda, es decir: miniaturizados. El inventor del microchip estaría orgulloso de las dimensiones de esos coeficientes intelectuales.
Porque, vamos a ver, almas de cántaro, si aplicáis la sanción máxima a un caso en el que no hay pruebas concluyentes, y se reconoce imposible en la propia sentencia una acusación irrebatible, ¿qué haréis entonces cuando aparezca un caso con pruebas concluyentes, donde el deportista se autoacuse, haya sido pillado in fraganti y encima se jacte de ello? ¿Qué castigo máximo quedará para aplicarle? ¿Colgarlo de sus partes nobles en una pancarta del Tour mientras dure la ronda?
Nadie ha querido ser tan poco caballero como para hablar de persecución. Bien, yo no soy caballero, no monto a caballo, ni uso ese medio de locomoción. Así que puedo decir tranquilamente que todo esto ha sido una repugnante persecución por dinero contra los hispanos que un día se rebelaron contra su destino y empezaron a ganar.
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