Barcelona

Qué está pasando

El triunfo de España ha sido el motor que necesitábamos para dejar de lado y para siempre los complejos 

La Razón
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La explosión de júbilo que se ha vivido en España, después del Campeonato Mundial de fútbol, entra dentro de lo normal. Es evidente que en caso de que hubiese ganado Holanda, el efecto hubiese sido el mismo. Entonces, ¿dónde está la diferencia? Muy sencillo: en España había una necesidad congénita de demostrar el orgullo de ser español, la fuerza de poder exteriorizar el sentimiento nacional, el deseo de que la bandera española nos representara a todos. En definitiva, la naturalidad de pertenecer a una nación como la española con todas las consecuencias.El gol de Iniesta ha abierto la puerta a ese sentimiento nacional, que estaba reprimido desde hace muchos años. Ser español, alardear de la bandera de España o disfrutar con todos los éxitos de nuestra nación tenía inmediatamente una etiqueta despectiva del pasado: «facha», «pijo», «franquista» y un largo etcétera de calificativos que habían ido enterrando los sentimientos nacionales, que habían guardado las banderas en el fondo del armario y que nos habían convertido en unas personas con evidentes respetos políticos y sociales por reconocer la pertenencia a la nación española.A todo esto hay que unir el trabajo machacante del nacionalismo más pueblerino y sectario, que había convertido todo lo español en un cuento de brujas y de monstruos lleno de fantasmas y de leyendas dramáticas. Durante tres décadas, desde el nacionalismo más rancio han conseguido el objetivo: todo lo español era parte del pasado, opresivo y fascista; en definitiva, un retraso. Durante años hemos tragado y tragado; como si decir España fuera ir contra la libertad y la democracia. En este juego, no hay que olvidarlo, ha participado también el Partido Socialista. Lo ha hecho, es verdad, desde la ambigüedad, desde el juego de las dobles palabras y con una gran colección de silencios más cerca de la complicidad con el nacionalismo que de la valentía de defender unos principios.¿Qué nos está pasando? El diagnóstico es bien sencillo. Los españoles hemos dicho basta. El sentimiento de españolidad ha saltado por los cuatro costados, a sabiendas de que ese sentimiento es compatible con ser catalán hasta la médula, gallego hasta las trancas y vasco hasta las raíces más profundas. El triunfo de España en el Mundial de fútbol ha sido el motor que necesitábamos para enterrar los fantasmas, para desterrar los miedos y para dejar de lado y para siempre los complejos. La multitud de españoles que este lunes recibieron a los campeones por las calles de Madrid; los centenares de banderas españolas que se han visto estos días en Vitoria, Barcelona, Bilbao o Tarragona; el orgullo cantado a los cuatro vientos de ser español son algunos de los ejemplos más claros de que toda la artimañaza por arrinconar a la nación española ha saltado por los aires. Y es que, además, la iniciativa ha sido de los más jóvenes, prueba clara de que las cosas han empezado a cambiar. No de forma temporal. Las cosas están cambiando para siempre.