Constitución

Triste muy triste por Reyes Monforte

La Razón
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Es una desgracia como otra cualquiera: que nuestra vida la decidan los políticos y los jueces, teniendo en cuenta el nefasto nivel ostentado por ambos en nuestra sociedad actual, debe ser una especie de penitencia cruel por algún pecado cometido en una vida anterior. Que nuestros derechos dependan de si gobiernan los señores de una ideología o de la otra es francamente triste, amén de injusto.

Que el nacimiento o no de un bebé sea un tejemaneje de dos partidos políticos asentado en el inocuo argumento del «y tú más» es para echarse a llorar y no parar en diez días.
Lo que no resiste ninguna sociedad y mucho menos sus sufridos ciudadanos es la continua modificación de las leyes por el mero hecho de haber sido mal redactadas por ignorancia o por mero partidismo.

No creo que ninguna mujer en el mundo que haya abortado se sienta feliz y orgullosa. No me lo creo ni quiero hacerlo. Es algo tan delicado e íntimo que no me veo ni con derecho a opinar.
Quizá por eso, sigue costándome entender que un hombre, ministro de Justicia o vendedor de enciclopedias, sea la voz que decida sobre una decisión tan tremendamente unida a la condición de mujer.

No se trata de machismo ni de feminismo, sino de puro sentido común, ése que a políticos y a jueces se les escapa siempre. No comparto el trasnochado grito feminista de «nosotras parimos nosotras decidimos» pero tampoco el cachondeo político que se traen nuestros gobernantes. Hablamos de algo demasiado serio , tanto que cuesta dejarlo en manos de políticos.