Almería

José Antonio Marina: «Los educadores merecemos respeto Y el respeto se gana»

La educación necesita una transformación profunda y el filósofo José Antonio Marina se ha puesto manos a la obra en «La educación del talento» y «El cerebro infantil» (ambos en Ariel): son dos libros como dos pedradas en los que el profesor aporta respuestas para transformar un sistema educativo y pedagógico obsoleto. Su innovadora Universidad de Padres (www.universidaddepadres.es) inicia en breve su quinta promoción con la intención de educar a los educadores. Además, el profesor Marina pide que nos unamos a la necesaria «movilización educativa» que propone. ¡Y buena falta nos hace!

Jose Antonio Marina, con sus plantas en su casa almeriense de Vera
Jose Antonio Marina, con sus plantas en su casa almeriense de Veralarazon

–La escuela fue creada en la revolución industrial. Es lógico que no chute.
–Sin embargo, tenemos una escuela mejor que nunca. Lo que ocurre es que la sociedad industrial para la que fue creada ha quedado desfasada: esa sociedad se apoyaba en los valores del deber y la obediencia.

–No había espacio para la libertad.
–A partir de la revolución cultural de los años 60, la sociedad dio un giro de 180 grados hacia la libertad y los derechos civiles. Fue necesario para el desarrollo humano, pero ni la libertad ni el deber funcionan si desligamos la una de la otra. Hay que unificar ambos conceptos: debemos defender la libertad y la autoridad.

–Quizás sea que no teníamos autoridad, sino autoritarismo.
–Así es: necesitamos de una autoridad verdadera. Todos se llenan la boca pidiendo más autoridad en las aulas, pero ¿qué tipo de autoridad? El autoritarismo ya no se respeta. La verdadera autoridad se basa en el respeto a una persona por su función benéfica en la sociedad. Los educadores merecemos respeto, y el respeto se gana.

–Hay que cambiar la educación, pero, ¿por dónde empezamos?
—Le contaré una historia: un profesor llegó a su primer día de clase de pedagogía y les dijo a sus alumnos: «Este verano he enseñado a hablar a mi perro». Ante las risas, fue a buscar al chucho, lo puso delante de todos y le dijo: «¡Habla!». Al cabo de unos minutos, alguien carraspeó y dijo: «Profesor, me temo que su perro sigue sin hablar». Y el profesor, muy ufano, respondió: «Les dije que he enseñado a hablar a mi perro, no que haya aprendido».

–Ya capto: el secreto es motivar.
–A los maestros les preocupa mucho la desmotivación de los alumnos. Motivar no sólo consiste en lograr que el niño disfrute realizando una labor, sino en enseñarle también a cumplir con su obligación.

–Díganos eso a los profesores universitarios: ¡damos penita!
–Sí, la universidad desprecia la docencia. Además, no reciben formación docente. ¿Quiere que analicemos un poco el tan mitificado sistema educativo finlandés? Su secreto reside en la excelente formación que reciben los profesores. Además, las universidades animan a los alumnos más brillantes de pedagogía para que se dediquen a la educación primaria. En España, en cambio, un decano me confesó que los catedráticos de su facultad consideran denigrante dar clase a futuros maestros.

–«¡Spain is different!» ¿Soluciones?
–Estoy trabajando en el encuentro de la pedagogía con la neurociencia. Hoy, gracias a los neurocientíficos, sabemos que educar consiste, ante todo, en educar el cerebro. Algunos todavía creen que el talento se debe a la genética. Craso error: ¡el talento se educa! En Estados Unidos visité una escuela de barrio: en el hall vi un letrero que rezaba: «Nosotros valoramos y respetamos la grandeza que hay en ti». ¡Esos maestros saben que su tarea consiste en despertar el talento de sus alumnos!

–¡Ea, vamos con su propuesta!
–La neurociencia nos dice que la inteligencia tiene dos niveles. El primer nivel es el de la inteligencia generadora: organiza la información, los sentimientos, las ideas… El segundo nivel es el de la inteligencia ejecutiva: se nos ocurren cosas todo el tiempo y tenemos que bloquear algunas para dar paso a otras más importantes. Educar es ayudar a desarrollar ese gran filtro que es la voluntad. Eso es lo que llamo educación del talento: motivar para crear y disfrutar y, al mismo tiempo, desarrollar la capacidad de esfuerzo y compromiso. También hay que reconocer el esfuerzo: si un niño siente que progresa, ¡ya ha picado el anzuelo de la educación!

–¿Qué hacemos con los niños que no dan pie con bola?
–Ante la torpeza del alumno, ahí está el talento del profesor para llevarlo hacia el desarrollo de sus posibilidades. Por desgracia, hay niños que pasan por la escuela con una conciencia clara de fracasar cada día. Después, claro está, tendremos adolescentes problemáticos.

–La adolescencia tiene mala prensa: ¡es un huracán hormonal!
–No es una cuestión de hormonas, como creen algunos. Lo que ocurre es que el cerebro crece espectacularmente en esa etapa: los chicos habían aprendido a conducir un ciclomotor y de repente se ven a los mandos de un Ferrari. Además, no entendemos hasta qué punto nuestra cultura es desastrosa con los niños y adolescentes: los maltratamos. Estamos envueltos en un proceso global de erradicación de la infancia. UNICEF ha pasado a considerar que la adolescencia actual comienza a los diez años: ¡demasiado pronto!

–Si me apunta un culpable, lo linchamos.
–¿Un culpable? ¡Claro! Usted, yo… ¡todos! La sociedad de consumo se basa en presionar constantemente a la gente para producirles deseos que deben ser colmados de manera inmediata, lo que produce un sentimiento de perpetua ansiedad. El resultado de este fraude social es la frustración, la agresividad. Además, no enseñamos a las personas a ser libres. El cóctel de una sociedad de consumo más una educación relegada al último lugar es muy peligroso. Hay que tirar de las orejas a los adultos, que somos los responsables.

–¿También de la delincuencia juvenil?
–Los niños y adolescentes en realidad son muy amantes de sus padres: hacen lo que les decimos que hagan. Cuando les incitamos al consumo, a la superficialidad y a la vida fácil, ellos toman buena nota. Después, llevan lo que les enseñamos hasta las últimas consecuencias y nos asustamos de ellos. Llegados a ese punto, a ciertas lumbreras se les ocurre que la solución está en rebajar la edad penal. De ese modo, ahondamos más en la herida.

—¿Hay vuelta atrás?
—Todas las culturas de la historia de la humanidad anteriores a la nuestra siempre supieron que el bienestar social está relacionado con disminuir los deseos superfluos y fomentar las virtudes. En cambio, si ahora no tienes el último modelo de un cacharro, te consideran un fracasado. ¿Cómo cambiamos todo esto? ¡Con la educación! Necesitamos que padres, educadores y cuidadores se involucren en una masiva movilización educativa. Entre todos, vamos a cambiar la educación de este país.



José Antonio Marina pasa su verano en Vera (Almería) mientras reflexiona sobre la educación que damos a los adolescentes.

Los libros de Marina sobre educación completan los clásicos contemporáneos como «Cambiar la educación para cambiar el mundo», de Claudio Naranjo, o «Ser padres conscientes», de Siegel. Desde su escuela de padres, el profesor Marina quiere ayudarles a desarrollar la ternura, la exigencia y la comunicación. Su concepto sobre educación «no consiste en saber matemáticas u ortografía, sino en saber qué modelo de persona vamos a fomentar y, por lo tanto, qué tipo de sociedad queremos. Sin poner el desarrollo humano por encima de todo, la educación no tiene sentido».