Barcelona
La furia del español por Jesús Fonseca
Imposible ponerle puertas al español. Casi quinientos millones lo hablan ya en todo el mundo. Así, con la mayor naturalidad. Una cifra que acaba de conocerse y que desborda las previsones más optimistas. Por suerte estas cosas no dependen de nosotros. No somos los españoles los dueños de nuestra lengua. Mejor así. «El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles», solía decir ese cubano universal que era Cabrera Infante. Está claro que el español no necesita que nadie lo defienda, se defiende solo. Nuestra lengua, avanza espectacularmente y se extiende en internet y entre el empresariado internacional, aunque siguen siendo nuestras asignaturas pendientes, es cierto. Aún así, sin triunfalismo alguno, el español es el segundo idioma del mundo. «Un gran idioma de comunicación internacional», en palabras del Rey. Que las pronunció, por cierto, en Barcelona, hace bien poco, con motivo del I Congreso Internacional de Economía y Cultura. Pues sí, al menos quinientos millones sienten predilección por nuestra lengua a la hora de levantar la vida, que es como decir que les gusta soñar, divertirse, comer, meter goles, y, cada vez más, hacer negocios en español. Nos hemos dado cuenta tardíamente de los espacios creadores y posibilidades que este idioma nuestro nos ofrece. Aunque nunca es tarde si la dicha es buena. También en esto, como en tantas cosas para España, lo mejor está por venir. Por lo pronto, el 85 por ciento de los estudiantes norteamericanos eligen el español. ¿Cuántos españoles saben que, en Brasil, es obligatorio desde la escuela?... Cada día más chinos lo prefieren. El valor económico de nuestro idioma es evidente. Como lo es que no hay ningún peligro serio para la lengua de España. ¿Cómo podría haberlo para una fuerza así de imparable? ¿Seremos capaces de aprovechar tan favorables vientos? No hacerlo sería de lelos, ciertamente.
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