Caracas

El infierno en Venezuela

LA RAZÓN pasa una noche en Petare, el barrio más violento de Venezuela y de toda Suramérica. Muchos españoles han abandonado el país de Chávez por temor a esta inseguridad

La violencia es habitual en las calles de Venezuela, donde recomiendan, de noche, no pararse ni ante la Policía
La violencia es habitual en las calles de Venezuela, donde recomiendan, de noche, no pararse ni ante la Policíalarazon

Petare, barrio de Pakistán» es un himno en Caracas. Prieto, probablemente el rapero más respetado de Suramérica, narra con todo su «flow» historias de violencia, muerte y drogas. «Es lo que me tocó vivir, mae», nos comenta mientras cae la tarde en Palo Verde, en el Petare.
Con Prieto y toda su «mafia», como les gusta catalogarse, recorremos el laberinto de callejuelas que conforma el Petare. Algunos caminan descamisados, otros con remeras rojas. Todos escupen letras llenas de rabia. A primera vista la estética parece sacada de un videoclip, con raperos en chándal y cadenas de oro. Pero esto no es Hollywood, aquí no hay coches deportivos ni mujeres en tacones. En el Petare, el barrio con mayor número de homicidios de América Latina, la realidad supera con creces a la ficción.

Para comprobarlo sólo hay que desplazarse al hospital de guerra Pérez de León. El alcalde del Petare, Carlos Ocariz, un político opositor con fama de eficiente, nos muestra el lado oscuro de su barrio. Durante la noche del viernes tenemos «barra libre» para patrullar las calles y hacer guardia en este centro de urgencias, más parecido a un búnker que a un hospital.

En la entrada, muros de hormigón, alambrado de espino. Una verja eléctrica escoltada por un guardia que, ataviado con chaleco antibalas y armado con un rifle de asalto, nos abre sonriente. Adentro nos recibe una joven doctora. Mariela tiene 30 años, parece sacada de la serie «Urgencias», perfectamente maquillada para la ocasión, atractiva y siempre optimista.
«La verdad es que aquí me pagan más que si trabajara para el Gobierno directamente», asegura. Al poco de comenzar la conversación llega un tiroteado, está consciente, de unos 20 años. Mariela conversa con él brevemente y luego nos hace pasar. Sin mayor problema, Pedro, como dice llamarse el herido, retira la sábana azul y nos enseña la herida de bala. «Todavía no sé por qué se me abalanzó», asegura. Inmediatamente después Mariela susurra:«Seguro que fue un ajuste de cuentas».

Hace meses que no hay tiroteos en el hospital pero esta noche la morgue no da abasto. Un total de16 muertes por homicidio.

Es hora de recorrer las calles y enfundarse el chaleco antibalas. En un viejo polideportivo se ha instalado la Polisucre, el cuerpo de choque encargado de la seguridad de este barrio gigantesco, que alberga a más de un millón y medio de personas. Con la luna bien alta emprendemos camino.

Cadáveres en los ríos
Pier y Wilson son los oficiales que nos escoltan. La primera parada es en uno de los cerros donde han encontrado un cuerpo en estado avanzado de descomposición. El fallecido huyó hace días de la Policía despeñándose por el terraplén. Los agentes lo dieron por perdido hasta que los familiares hallaron el cadáver, río arriba.

Mientras levantan el muerto, Pier recibe una llamada por radio, unos compañeros piden ayuda. Con la sirena puesta, el coche patrulla se mueve a un ritmo endiablado por los callejones de ladrillo. Finalmente llegamos a una carretera donde dos chavales permanecen boca abajo con las manos esposadas. A su lado, un autobús y sus pasajeros que con cara de susto, nos comentan como los «malandros» viajan a bordo, sin que nadie se percatase. «De repente sacaron dos "hierros"–pistolas– de su pantalón y nos amenazaron con "quemarnos"–pegarnos un tiro–». Los «chorros» tuvieron mala suerte, porque al poco de perpetrar su fechoría se toparon con un coche de policía que cambiaba una rueda.

Son tan solo las 12, apenas llevamos dos horas patrullando. Wilson nos comenta que a partir de ahora comienza la acción, «las fiestas se ‘‘prenden'' y el alcohol ‘‘riega'' las venas de las ‘‘lacras'"», asegura. Parece que la noche será larga en el Petare…