Nueva York
El Nobel de la Paz a Liu Xiaobo desnuda la represión en China
Los cinco miembros del Comité Noruego que otorga el Nobel de la Paz han decidido expresar este año lo que cada vez menos líderes e instituciones internacionales se atreven a decir en público: que China, a pesar de sus éxitos económicos, es una dictadura en la que siguen existiendo delitos de opinión y donde la gente puede pudrirse en la cárcel por defender cosas como los derechos humanos y la democracia
Aunque él probablemente aún no lo sepa, porque se encuentra aislado del mundo, el intelectual y escritor Liu Xiaobo se convirtió ayer en la segunda persona que recibe el premio Nobel de la Paz entre rejas. El anterior fue Carlo Von Ossietzky, un pacifista alemán que Adolf Hitler mandó detener en 1933, días después de llegar al poder.
Liu también puede considerarse un militante pacifista. En 1989 abandonó su plaza como profesor en la Universidad de Columbia, Nueva York, para volver a su país natal y tomar partido en las protestas estudiantiles que se extendían por la capital. Después de masacrar salvajemente a quienes opusieron resistencia en las calles de Pekín, el Ejército acorraló a los manifestantes que hacían huelga de hambre en la Plaza de Tiananmen. Cuando ya estaba todo perdido, Liu fue uno de los líderes que insistieron en negociar para evitar una matanza, tal y como finalmente se hizo. Las cámaras grabaron un gesto que define al personaje: uno de sus compañeros saca un rifle para afrontar a los soldados, pero Liu se lo arrebata de las manos y lo destroza contra el Monumento de los Héroes del Pueblo.
Después de aquello, pasó dos años en la cárcel, donde sus posturas se suavizaron. Al salir, no optó por el exilio, como muchos de sus compañeros, sino que se quedó en China practicando una oposición intelectual contra el régimen, aunque renunciando al activismo violento. Una de sus grandes aportaciones es precisamente esa: en su opinión, incluso el orden de una dictadura es mejor que el caos de la anarquía en la que se sumiría China si estallasen la rabia y el descontento. Su mensaje es moderado y reformista. Mesura que le sirvió de poco: volvió a ser detenido en 1996 y fue enviado a un campo de trabajo, donde se casó con la poetisa Liu Xia, su compañera de lucha desde entonces.
Tras reincorporarse a la docencia, Liu seguía siendo vigilado de cerca. Era consciente de que cualquier gesto político significativo lo mandaría de nuevo a la cárcel. Aún así, lo hizo: aprovechando el escaparate de los Juegos Olímpicos de Pekín e inspirándose en los movimientos antisoviéticos de Praga, promovió la redacción de un manifiesto llamado «Carta 08», que fue firmado por otros 302 intelectuales. En dicho texto se piden, sin estridencias ni incitación a la violencia, una serie de reformas para democratizar el país, asegurar la división de poderes y menguar el abismo que media entre las ciudades y el campo. La Policía respondió sacándolo de casa de madrugada en 2009. Desapareció sin dejar rastro y volvió a aparecer el día de Navidad, cuando se anunció su sentencia a once años de cárcel en un juicio que duró pocas horas. Su único contacto con el exterior desde entonces han sido las visitas mensuales de su mujer. Según el presidente del Comité, Thorbjoern Jagland, Liu ha sido premiado por ser «el símbolo más notorio del la amplia lucha por los derechos humanos en China».
El Gobierno chino, indignado, ha calificado de «obscenidad» la decisión, despachando con un simple «criminal» a Liu y anunciando represalias contra Noruega, el país que hospeda los premios Nobel de la Paz, los únicos que no se fallan en Suecia. Además de convocar al embajador escandinavo, Pekín advirtió de que esto «afectará a las relaciones» entre ambos países. China tiene margen para hacer daño, ya que precisamente ahora se negocia un acuerdo comercial y un jugoso contrato de explotación petrolera que reportaría grandes beneficios a Oslo. La rabieta de la dictadura parece haber empezado a afectar también al círculo de Liu: la agencia Efe informó anoche que unos veinte activistas fueron detenidos mientras celebraban el premio de su compañero. Según todos los pronósticos, Pekín se mostrará ahora más inflexible, si cabe. El espaldarazo de la Academia a la disidencia china hace mucho daño al Partido Comunista, no sólo por el deterioro de su imagen en el extranjero sino también de puertas adentro. A diferencia de otros galardones occidentales, los Premios Nobel son muy conocidos y seguidos aquí. El gigante asiático tiene, además, un pequeño trauma al respecto, ya que, de las once personalidades de origen chino galardonadas hasta ahora, el único que conserva el pasaporte y sigue viviendo en el país está en la cárcel: es ni más ni menos que Liu Xiaobo. Es más, entre los premiados se cuentan otras voces muy críticas, como el novelista nacionalizado francés Gao Xingjian o el Dalai Lama, que reside en India. Precisamente estos días, los medios chinos hablaban de la necesidad de conseguir un galardón científico para acrecentar el prestigio internacional de su país. Y, ciertamente, la respuesta que ha llegado del norte de Europa ha sido devastadora.
El premio de Liu Xiaobo ha sido silenciado en casi todos los diarios digitales e informativos de televisión. Varios periodistas chinos reconocieron anoche a LA RAZÓN que a sus redacciones llegaron órdenes de no citar el tema. La televisión pública, CCTV, se limitó a reproducir textualmente, en boca del presentador de turno, los anuncios de represalias contra Noruega.
Algunos diarios digitales llegaron a la ridiculez de eliminar todas las noticias sobre los Premios Nobel que se habían elaborado estos días, incluido el galardón literario a Mario Vargas Llosa. Con todo, el nombre de Liu Xiaobo, un hombre poco conocido fuera de los circuitos cultos de las grandes ciudades, se iba extendiendo por China. De madrugada, una oficinista de Pekín recibía en su móvil una frase de un amigo que formaba parte de una cadena. Sólo decía: «Estamos de enhorabuena por el Premio Nobel».
La mujer de Liu: «Me están forzando a dejar Pekín»
Liu Xia, la mujer del disidente, expresó ayer su esperanza de que la comunidad internacional aproveche la concesión del Premio a su marido para presionar a su país con el fin de conseguir la liberación de Liu Xiaobo. «China debe asumir su responsabilidad, enorgullecerse de que lo hayan elegido y liberarlo de la cárcel», manifestó en un comunicado difundido por la organización de Derechos Humanos Freedom Now. «Xiaobo es inocente. La Constitución garantiza la libertad de expresión. Ellos (las autoridades) rompieron la ley primero», aseguró a Reuters a la salida de su apartamento al oeste de Pekín. «Me están forzando a dejar la ciudad», dijo ante un gran número de agentes policiales.
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