España
La cáscara de plátano
El ex director general de Trabajo dijo ante la Policía Judicial que la Consejería en la que prestó sus servicios durante nueve años disponía de un «fondo de reptiles» para solucionar los entuertos laborales. La frase prendió como el latigazo de una antorcha en un hilo de queroseno. Y después de aquella combustión, las pavesas de la trama de los ERE llegaron a toda España. La primera vez que un escándalo andaluz –que hemos tenido muchos– salta de esta forma la mediana de la M-30 madrileña.
No hay título más certero para este triste escándalo de los expedientes laborales: «el fondo de reptiles». El «fondo de reptiles» manejado por la Consejería de Empleo ha sido un cajón de sastre que igual servía para un roto que para un descosido. Así lo pone de manifiesto la información que está apareciendo en los medios de comunicación. Igual servía para sofocar las protestas de los mineros antes de las elecciones, que para que el ex director general apaciguara las relaciones con su suegra colocándola de intrusa en un ERE. Los fondos –700 millones entre 2001 y 2010–igual volaban a una escuela ecuestre, a una residencia de ancianos o a almazaras que en lugar de molturar aceitunas parecían molturar ayudas públicas: el pan de otros. Igual pudieron servir también para otros fines sobre los que ahora sólo hay sospechas. Para callar a díscolos o para consolidar pactos de gobierno. Pero eso, de momento, son sólo sospechas.
Por mucho cortafuegos judicial que quiera poner la Junta de Andalucía, las circunstancias le superan. Puede intentar parar este tren con las manos, pero ya se sabe lo que pasa cuando uno se pone delante de un tren. Ya sólo quedan 290 pólizas de prejubilaciones por revisar, pero la juez ni siquiera se ha pronunciado todavía sobre el material analizado y el Gobierno andaluz aún no ha entregado a la oposición documentos sensibles como las alegaciones que hizo la Consejería de Empleo a los avisos de irregularidad de la Intervención General, que dependía en último término del ahora presidente andaluz.
No es fácil guardarse los nervios en el bolsillo cuando uno está como Tyrone Power en «Testigo de cargo»: «con un pie en la horca y con otro en una cáscara de plátano». Por eso la Junta debe estar pensando en contratar como abogado a su Charles Laughton.
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