Sevilla

Monumento al toreo de capa

Morante se sublimó y Luque aguantó el pulso en un emocionante tercio de cinco quites en la Beneficencia. 

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Tan sólo un segundo separa lo intrascendental del momento inolvidable. Décimas de segundo si quien va hacia el toro es Morante de la Puebla, o el arte de torear, del bien torear. Es Morante el torero soñado, inventado y anhelado. Se fue el de Sevilla a consumar su derecho al quite. Tercero de la tarde. Ya lo había pasado Luque por chicuelinas. Y llegó Morante, con su desbordante torería a cuestas, que le pesa para anclarse al suelo y le libera el alma de los sufrimientos que lleva como peaje por ser tan grande. Le echó el capote adelante, se encajó, la cadera contrariada de tanto arte y toreó por verónicas con esa cadencia que le pone en el abismo. A Luque, que ayer venía con la fibra renovada, le hirió el orgullo cada lance, y replicó, también por verónicas. Lo salvó con nota, y no era fácil. Había aceptado el reto y hacerlo ante el rey del capote era un órdago. Después tiró Luque de una generosidad inmensa (desde aquí agradecida) para ceder un nuevo quite a Morante. Qué manera de sublimar las chicuelinas, rebozándose de toro, de armonía, de belleza y detrás de él, como si fuera cuestión de honor, echó el resto Luque por el mismo palo. La gente en pie, rota y entregada ante el monumento que habían hecho al toreo de capa. Se había dejado hacer todas las delicias del mundo el toro, y todavía tuvo traca para aguantar un ramillete de muletazos. Anduvo Luque fresco y entusiasta, más de verdad que todas las últimas tardes que le hemos visto entre Madrid y Sevilla. A pesar de que bajó la intensidad hubo de darse la vuelta al ruedo. (Hasta de eso tenemos sequía esta primavera gris). Generosidad de Luque

Lidió Núñez del Cuvillo, otra vez, un encierro de nota alta. Casi toda la corrida tuvo opciones, embestidas para hacer del toreo punto de encuentro. Y en verdad, lo mejor, clavado en el corazón de veras, quedó el embrujo de la capa de Morante. Morante, qué gran torero. Después, la raza y generosidad de Luque y, para ser honestos, ese toreo por gaoneras que reclamaba protagonismo de Cayetano en el siguiente toro, en el turno. Y otro antes por tijerillas. Variedad, remate y entrega para situar el capote en el epicentro de la tarde, en el corazón de la feria. Tuvo lote Cayetano Rivera para llevarse Madrid de calle. Pero el toreo tan por fuera no cuaja en estos lares, y quizá en casi ninguno. Noblón fue su primero y se desplazó sin humillar el quinto.Por delantales, tambiénMorante quiso la tarde de ayer, y empujó. En realidad todos, con ese jabonero cuarto que no quería ir, que no podía. Ya había Morante puesto otra vez loco el redondel con unos delantales de cante grande. Tuvo más nobleza el primero de la tarde, y a pesar de que lo intentó el de La Puebla, toro y torero no llegaron a caminar en la misma dirección.Era la última corrida de Luque, la de resolver, y se le notó la presión en ese motor para impulsarse. Al sexto le faltó un tranquito, que hizo que la faena no estallara, pero de largo justificó sus ansias. El contador, el de los trofeos, seguía a cero, la memoria llena, salpicada, buscando el orden. Este quite primero, aquél fue el del reto... Madrid ardía por dentro. Toreo, toreo de capa, toreo bueno, eterno... Delantales, chicuelinas, verónicas, qué recuerdos...