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Irlanda del Norte: tras los pasos del gigante McCool

En la costa de Irlanda se dan cita parques naturales, pueblos pesqueros,castillos encantados y hasta calzadas construidas por gigantes 

Irlanda del Norte: tras los pasos del gigante McCool
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Nubes negras cubrían hace algo más de una década el cielo de Irlanda del Norte. En ocasiones, la fanática ambición política juega malas pasadas. Pero, como en la mayoría de los casos, la palabra es la mejor arma. Y el antiguo Ulster el ejemplo inequívoco de ello. Un soplo de aire fresco arrastró los nubarrones del conflicto el Viernes Santo de 1998 y, desde entonces, el cielo azul brilla en el horizonte del norte de la isla esmeralda esperando al viajero con los brazos abiertos (aunque la lluvia en pocas ocasiones falta a la cita).


Abrimos el mapa dispuestos a explorar una de las rutas costeras que se encaraman en el top 5 de los itinerarios más impresionantes del mundo. Desde Larne hasta Portrush, sin dejar la compañía del fiero océano Atlántico, el condado de Antrim mezcla con maestría verdes paisajes, rocosos acantilados, sugerentes leyendas y fantasmagóricas historias.
La diminuta localidad de Ballygalley puede ser un buen comienzo. Si buscan emociones fuertes, deben quedarse a dormir en la torre del antiguo castillo, ahora convertido en coqueto hotel, y esperar la visita del fantasma de Lady Isabella Shaw, quien se arrojó desde lo más alto tras perder a su hija y vaga desde hace siglos en busca de su retoño.


Con la luz del amanecer, ponemos rumbo al norte. Una sinuosa carretera al borde de la inmensidad del océano nos adentra, en pocos minutos, en el corazón de las nueve cañadas de Antrim, conocidas como «glens». Glenarm, con su castillo del siglo XVIII, es el primer alto en el camino. El siguiente pueblo, Carnlough, no tiene castillo, pero sí un pintoresco puerto amurallado y un acogedor hotel –The Londonderry Arms Hotel– cuyo propietario fue Winston Churchill. Pocos kilómetros más allá nos sumergimos en el parque nacional de Glenariff, ubicado en un valle en forma de «U» en cuyas montañas conviven centenares de ovejas lanudas y mágicas hadas. Los acantilados dominan el paisaje que nos lleva hasta los pueblos de Cushendall, capital de los «glens», Cushendun y Ballycastle, con una larga playa y campo de golf.

De vértigo
En el pueblecito de Ballintoy llega el turno de abandonar la carretera y el coche. Es el momento de calzarse unas buenas botas y caminar. Después de un agradable paseo, el sendero termina bruscamente. Tan sólo un puente colgante de 20 metros de largo por uno de ancho salva el avismo entre los acantilados y la pequeña isla de Carrick-a-Rede Rope, utilizada por los pescadores de salmones. Olvidado el miedo y sin tener en cuenta los 30 metros de altura y los 200 años del puente, hay que atreverse a cruzar. Aunque un ligero tembleque se apodera de todo nuestro cuerpo, la experiencia es única.


Pero el plato fuerte está aún por llegar. Un paseo de 15 minutos en plena naturaleza sirve de antesala a la famosa Calzada del Gigante. La estampa quita el hipo y abre muchas incógnitas: 40.000 columnas de basalto con forma hexagonal que desembocan en el agua –y que también están en la costa sur de Escocia– aparecen ante nosotros como una imagen más propia del cine de ciencia ficción. Los científicos explican que se formaron por el rápido enfriamiento de la lava de un cráter hace 60 millones de años. Sin embargo, al enfrentarnos a este paraje no es difícil pensar que, quizás, sea cosa de gigantes… Pues cuenta la leyenda que Finn MacCool creó esta calzada para entablar batalla con un gigante rival en Escocia.
 A poca distancia de la Calzada se hallan las ruinas del castillo de Dunluce, construido en el siglo XVI sobre un acantilado, aunque cien años después cayó parte de la fortificación en una noche de fuerte tormenta. Se dice que su romántica silueta sirvió de inspiración al escritor Clive Staples Lewis, nacido en Belfast, para describir el castillo de la novela infantil «Las crónicas de Narnia». No es de extrañar, pues situados junto a estas ruinas resulta muy sencillo echar a volar la imaginación. Y así, como los hermanos que abrían la puerta de su armario para adentrarse en el mundo fantástico de Narnia, el viajero que llega a Irlanda del Norte queda atrapado por una tierra mágica y apasionante a la que deseará volver una y otra vez.
 

Ficha

>> Cómo llegar. Aer Lingus vuela a Belfast desde Barcelona, Málaga, Lanzarote y Tenerife hasta tres veces por semana. Además, une Madrid y otras ciudades españolas con Dublín. (www.aerlingus.com).>> Dónde dormir. Merece la pena hacer noche en el hotel Bushmills Inn, en la localidad del mismo nombre, famosa por albergar la destilería más antigua del mundo (hay que probar su whisky). >> Imprescindible. Recorrer Belfast y empaparse de su historia reciente. >> Más información. En el teléfono 91 745 64 20 y en www.turismodeirlanda.com.