Pekín
China teme un ciberataque contra sus infraestructuras
Un virus informático capaz de atacar objetivos del mundo real. La primera «ciber-arma». Eso es Stuxnet, según la definición del alemán Ralph Langner, un experto en seguridad que estuvo entre los primeros en advertir, este verano, la existencia de un ciber-gusano «como nunca antes se había visto».
Se trata de un «malware» del que se empezó a hablar en agosto en ambientes especializados y que parece diseñado para llevar a cabo actos de sabotaje a gran escala. Por ejemplo, abrir las compuertas de una presa, hacer saltar por los aires una central nuclear, o dejar a oscuras un la pista de aterrizaje y la torre de control de un aeropuerto.
Descubierto por primera vez en Bielorrusia, hasta la fecha «Stuxnet» se había propagado por miles de sistemas informáticos de todo el mundo, fundamentalmente en Irán, Indonesia y Alemania; y era objeto de atento estudio por parte de los expertos en seguridad. En las últimas semanas, sin embargo, el virus se ha extendido de manera masiva e incontrolada en China. Según reveló el miércoles la agencia Xinhua, ya ha sido detectado en cerca de seis millones de computadoras y en alrededor de mil plantas industriales, afectando a todos los sectores estratégicos del gigante asiático, como energía, transportes y comunicaciones. El virus golpea sobre todo a los equipos Siemens, una multinacional que se encuentra entre las principales suministradoras de sistemas industriales. En China, sus computadoras regulan todo tipo de infraestructuras clave. Una vez dentro, el gusano es capaz de reprogramar el funcionamiento de la instalación y sin que sus operadores noten ningún cambio. Autoridades chinas consultadas por el diario «South China Morning Post» aseguran que el riesgo que este virus supone para la seguridad nacional «no tiene precedentes».
A diferencia de los gusanos tradicionales, que se limitan a robar información o dañar los programas, Stuxnet «deja una puerta abierta para el control remoto y la manipulación», sostienen los ingenieros chinos. Por ahora, Pekín se ha limitado a estrechar la vigilancia sobre sus principales industrias e infraestructuras, especialmente aeropuertos, trenes de alta velocidad y presas. Una de las que más preocupa es la Presa de las Tres Gargantas, una titánica obra de ingeniería que podría matar a millones de personas si se produce un sabotaje y cuyos generadores se gestionan con maquinaria de Siemens. «Si alguien entra dentro del sistema podría causar más destrucción que una bomba», advirtió el ingeniero Sun Jianping, responsable de la seguridad del sistema. Aunque el virus se ha infiltrado ya en millones de ordenadores, por ahora no se ha informado de ningún ataque grave. Algunos expertos creen que podría haber afectado el funcionamiento de la central de Bushehr, la planta nuclear iraní, que resultó contagiada y cuya puesta en marcha se ha retrasado por motivos desconocidos.
La teoría de algunos expertos es que Stuxnet es una complejísima llave que cada cinco minutos se activa, buscando una puerta muy concreta. Los programadores no saben cuál es su objetivo principal, ni en qué país se halla la «puerta» que anda buscando el virus, pero sospechan que se trata de una instalación muy compleja. También se advierte de las consecuencias inimaginables que tendría un virus así en manos de un grupo terrorista. «Que no cunda el pánico, pero es una amenaza muy seria, pensada por gente motivada que le dedicó mucho tiempo y dinero. A partir de ahora nadie pensará que estas cosas son sólo un delirio de Hollywood», según Laurent Heslault, director de seguridad de Sysmatec.
¿Quién está detrás?
Los programadores que estudian el virus están sorprendidos por su increíble complejidad y aseguran que sólo un Gobierno o una multinacional puede preparar algo así. «No puede ser obra de un ‘hacker' cualquiera metido en un sótano, ni siquiera de una banda de cibercriminales», dijo Heslault, quien estimó que es un trabajo hecho por un equipo de unas ocho personas durante muchos meses. Dado que en un primer momento atacó fundamentalmente a instalaciones iraníes, Teherán apuntó a los servicios secretos occidentales, deseosos por frenar su plan atómico. Otras voces apuntan a un sabotaje contra Siemens.
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