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Corrupción o utopía

La Razón
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¿Qué sucedería si el nuevo presidente de la CEOE, Juan Rosell, hiciera un llamamiento serio a todos los empresarios para que, de ahora en adelante, se negasen a pagar a los partidos y a los políticos para recibir una adjudicación de la Administración? Era la escena que nos imaginábamos este fin de semana mi amigo Rogelio y yo a propósito de la Navidad y de las buenas intenciones que esta fiesta conlleva. Nos entusiasmábamos soñando cómo, aprovechando el cambio en la Presidencia de la patronal, comenzaba a producirse un golpe de timón y el liderazgo de una revolución para cambiar todo lo que es necesario si realmente queremos superar la situación actual de España. Sería dar un gran paso adelante. Significaría cumplir con aquel propósito del entonces ministro de Fomento, José Borrell, cuando en su primera reunión con los empresarios de las grandes obras públicas decía que, partir de entonces, no abonarían porcentaje alguno por ser adjudicatarios. Lamentablemente, aquello cayó en saco roto. Después, comprobamos cómo un presidente del Gobierno, el de la Generalitat catalana, acusaba a quienes habían estado 25 años gobernando, CiU, de haberse llevado el tres por ciento de todas las adjudicaciones realizadas por aquella Administración. Y lanzó el proyectil en una sesión del Parlamento. ¿Qué sucedió? Nada. ¿De qué nos quejamos? Ya está bien de acusar de corrupción sólo a los políticos. Para que ellos acepten el soborno o el cohecho, hace falta que otro esté dispuesto a dárselo. Si todas las asociaciones empresariales se rebelaran, nuestros impuestos serían más rentables, darían para más. Lo peor es que, quizás, nuestro sueño era tan sólo una utopía. Así es la vida.