Pekín
Una potencia insostenible
China se enfrenta a una situación de emergencia ecológica tras 30 años de brutal crecimiento. La dependencia del carbón y la polución, sus retos
PEKÍN- Diecisiete de las veinte ciudades más contaminadas del mundo están en China, donde más de 500 millones de personas no tienen acceso a agua limpia y cerca de medio millón mueren ya cada año por causas relacionadas con el deterioro del medio ambiente. Se calcula que entre el tres y el diez por ciento del Producto Interior Bruto del país se evapora por los mismos motivos, mientras que miles de ciudadanos se enfrentan a la Policía en pequeñas aldeas y grandes ciudades para protestar contra industrias contaminantes. Hace años que el veredicto de los expertos es unánime: en sus 30 años de desarrollo acelerado, China ha consumado el mayor desastre ambiental de todos los tiempos.
Tanto es así que el director de Greenpeace China, Sze Pang Cheung, admitió a LA RAZÓN en 2009 que no tenía que hacer grandes campañas para concienciar a la población. En muchas zonas del país, incluida la capital, el aire es tan sucio que los médicos desaconsejan hacer deporte al aire libre y algunos colegios prohíben a sus alumnos salir al patio durante el recreo en los días más grises. Cada vez más personas recurren a filtros purificadores, aparatos que pueden costar varios miles de euros y que los jerarcas del partido se hacen instalar incluso en los coches oficiales y los hoteles cuando pasan noches fuera de casa.
La tierra y el agua están tan repletas de plásticos, metales pesados y basuras que dañan los cultivos, motivando que quienes pueden permitírselo compren tierras para montar sus propios huertos o paguen hasta cuatro veces más con tal de llevarse a casa alimentos procedentes del extranjero. Los ganaderos utilizan tantos químicos y antibióticos que los atletas chinos tienen que dejar de comer carne semanas antes de participar en una competición internacional para evitar dar positivo en los controles antidoping. En China, país que ya es responsable del 25% de CO2 que se emite a la atmósfera, se convive con la amenaza ambiental como en ningún otro lugar del mundo. No es una cuestión abstracta ni una argumentación teórica, sino un problema que se respira, se huele y se ve todos los días. Ni los académicos más oficialistas, ni tampoco el Gobierno hacen esfuerzos por ocultar la emergencia. «China ha recorrido en 30 años el camino que otros países hicieron en 300, así que es inevitable. Tenemos todos los problemas ambientales a la vez y no hay tiempo ni para estudiar el origen de cada uno», explica Shiqiu Zhang, profesora de Ciencias Ambientales de la Universidad de Pekín. En el XVIII Congreso del Partido Comunista, que tiene lugar estos días se habla mucho de ecología, un tema que se convirtió en 2006 en una de las prioridades de la clase política. El régimen es consciente de que el medioambiental es uno de los grandes d safíos que afronta su modelo de desarrollo y hace notables esfuerzos por revertir el desastre. Por ejemplo, China es, hoy por hoy, el país que más invierte del mundo en energías renovables, un quinto del total planetario (en 2011 fueron unos 52.000 millones de dólares).
«Es algo demasiado grave como para no hacerle caso y es una cuestión de estabilidad política porque cada vez hay más protestas relacionadas con las catástrofes ecológicas», explican desde Greenpeace. Con todo, la situación se agrava año tras año: el vertiginoso crecimiento de la economía china, que según la OCDE superará a EE UU en tres años, está montado sobre un modelo insostenible, dependiente del carbón (la más contaminante) y de una maquinaria industrial que no cumple unos mínimos. La corrupción administrativa, además, impide que se apliquen muchas de las leyes que se firman en Pekín. «Las fábricas poseen filtros para reducir la emisión de agentes contaminantes, pero sólo los encienden cuando viene una inspección», denuncian los activistas.
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