Feria de Bilbao

El titán venido del Norte

Colgado del pitón por la barriga quedó Fandiño al entrar a matar. De esa suerte dependía su gloria, había entregado hasta el alma y se tiró detrás de la espada como si no hubiera mañana. Era un titán venido del Norte para llevarse de nuevo el corazón de Madrid. Inmenso toro tenía delante. El quinto tenía volumen, pitones y seriedad donde la haya.

El torero de Orduña pega un derechazo a uno de sus reses de Cuadri
El torero de Orduña pega un derechazo a uno de sus reses de Cuadrilarazon

Cuando hay ambición, ni existe el miedo ni el límite. Lo superó todo, hasta el viento, peor enemigo. Duplica el mérito, y es malévolo, hiriente, veneno que multiplica el riesgo... Esa muleta que vuela y deja desnudo al torero ante el toro. Iván Fandiño meció el capote con suavidad con ese quinto, se gustó en las verónicas, en las medias, en el quite.

Toreo bonito en tarde difícil, que la corrida de Cuadri era una escalada al infinito. Dura, difícil y grande. Lo lució en varas y no perdió un segundo en la muleta. Con la derecha empezó a torear sin preámbulos, sin tiempos muertos, conocedor perfecto Fandiño de Madrid. Ligó el torero vasco, de Orduña para más señas, los mejores pasajes en esas tandas largas, cinco muletazos, templados, encajados siempre, fuera por donde fuera el toro, y el toro pasaba, pasaba de largo, sin acabar de humillar pero para hacer el toreo.

Al natural encontró más cobijo el viento, menos remate el toreo. Retomaría la diestra y antes de tomar rumbo derecho a los pitones en la suerte suprema se pegó unas manoletinas de perfil que acabaron de calentar. Faena medida, justa, inteligente, y con mucha verdad. Se movió también el segundo y apostó Fandiño. Resuelto y auténtico. Buena mezcla. El toro no era fácil, no perdonaba errores, pero el torero tampoco echaba cuentas, su guerra era el camino recto. Se cobró una buena estocada, tardó en caer y su labor fue premiada con la vuelta al ruedo. Justa y unánime. Tan difícil en esta plaza

Alberto Aguilar se salvó de milagro. El tercero de la tarde no esperó mucho para echárselo a los lomos, y eso que había dado un ilusionante tercio de varas. Tal vez fue al tercer muletazo cuando el toro rebañó la arrancada y tiró tres o cuatro cornadas. El encontronazo fatal se repitió al entrar a matar. No era el toro para bromas, tenía las ideas demasiado claras por ambos pitones y fue imposible la faena. Tampoco disfrutó con el que cerró plaza. Un torazo que se defendía por arriba sin opción ninguna, ni tan siquiera imaginaria. Frustrante encuentro. Desesperante paso por Madrid.

Fundi no se llevó el reconocimiento del público, pero en verdad no tuvo toros para hacer el toreo. El primero se hizo el tonto desde que salió por la puerta de toriles, pero ¡ojo! con el tonto. Cuando se quedaron a solas en el redondel no perdió opciones, se metía por dentro a las bravas, que no bravo. El cuarto se frenó en el capote y se paró en la muleta del diestro que no perdió el tiempo. Iván Fandiño se llevó la tarde, su tercera oreja en Madrid en lo que va de temporada. Debería servir si las normas del toreo las sigue marcando lo ganado en el ruedo. El titán vino del Norte con su propósito claro.

Las Ventas (Madrid). Última de San Isidro. Se lidiaron toros de Celestino Cuadri, grandes, muy pesados, 1º, 3º y 4º, muy malos; el 2º y el 5º, encastados; el 6º, de mala clase. Casi lleno. El Fundi, de verde y oro, pinchazo, media (silencio); estocada caída, descabello (silencio). Iván Fandiño, de lila y oro, estocada, aviso (vuelta al ruedo); estocada desprendida (oreja). Alberto Aguilar, de nazareno y oro, estocada (saludos); cuatro pinchazos, media, aviso, descabello (silencio).