Los Ángeles
Ni blanco ni negro
Desde Seúl no había habido que esperar tanto para el primer metal
LONDRES- Nervios a flor de piel entre la población civil y militar española porque la medalla se retrasó hasta ayer. Hubo que esperar cinco días de competición para que llegase el primer metal. Pero lo que parece un drama no es sino una fecha más en el calendario, sin más trascendencia que la angustia que producía no arañar una presea. En plena dictadura de las redes sociales, en las que parece que todo lo que se publica es ley, oro, plata o bronce de ley, valga el símil, abundan los errores, producto de una lamentable falta de información y de la osadía disparada por el anonimato. No, la trigésima Olimpiada no es «la peor» en el medallero nacional: tampoco «la mejor».
Partiendo de Moscú, en 1980, hasta el cuarto día no hubo medalla; el héroe fue el nadador David López Zubero con un bronce. Cuatro años después, en Los Ángeles, los regatistas Molina y Doreste terminaron con la incertidumbre el octavo día. En Londres, la expedición española llevaba una trayectoria que hacía temer lo peor. Era precisamente hoy cuando coincidía la competición con la media docena de fechas consumidas hasta que el nadador Sergio López Miró alcanzó el podio en Seúl, donde se sumaron cuatro medallas, una menos en que en Los Ángeles y dos menos que en Moscú.
Fue a partir de Barcelona cuando el olimpismo español dio un giro de 180 grados. El segundo día, el pistard José Manuel Moreno conquistaba el primero de los 22 metales. Una marca que hoy se considera estratosférica, a tenor de los resultados posteriores.
En Atlanta'96, el yudoca Ernesto Pérez Lobo inauguró el casillero el primer día; en Sidney, Isabel Fernández y Nina Zhivaneskaya, el tercero; como la tiradora María Quintanal en Atenas; y en Pekín el honor correspondió a Samuel Sánchez, que atrapó el oro el primer día. Las medallas llegan, tarden o no, y en esta trigésima edición de los Juegos, Mireia, ha dado la primera a la expedición española. Pero hay bajas y desengaños suficientes ya computados como para añorar las 11 de Sidney en 2000. Al tiempo.
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