País Vasco
Mitin político de Arnaldo Otegi en la Audiencia Nacional
Arnaldo Otegi escenificó ayer en la Audiencia Nacional el lavado de cara de la izquierda abertzale. El ex portavoz de Batasuna se gustó y sus palabras parecían más las de un futuro candidato a lendakari que las de un acusado de delitos de terrorismo.
En una intervención eminentemente política, Otegi detalló ante el tribunal que le juzga –por intentar reconstruir supuestamente la formación ilegalizada a través de Bateragune– el cambio de estrategia abertzale: el rechazo a la violencia y la apuesta por vías «pacíficas y exclusivamente democráticas». Y lo hizo, de nuevo, sin condenar expresamente a ETA, utilizando el lenguaje de la banda terrorista (a la que sigue refiriéndose como «organización armada») y sacando pecho por los resultados electorales de Bildu, que presentó como aval del éxito de sus nuevas tesis pacifistas.
Incluso tuvo tiempo para sublevarse contra los que, denunció, ante un escenario sin «violencia armada de ETA», necesitan alentar «debates artificiales», como la prohibición de entrada a los escoltas en los ayuntamientos gobernados por Bildu o el intento de la coalición de sacar a las Fuerzas de Seguridad del País Vasco. En medio de toda esa maraña de eslóganes políticos hubo, sí, insólitos reproches a ETA, aunque el hipotético propósito de enmienda de su rechazo a la violencia estuvo exento de cualquier atisbo de arrepentimiento público. De hecho, cuando el fiscal Vicente González Mota (que solicita para Otegi y los otros siete acusados diez años de prisión por integración en organización terrorista) echó la vista atrás para calibrar la sinceridad del nuevo rumbo abertzale, el dirigente batasuno llegó a reprocharle que se remontara al «Pleistoceno inferior».
Para empezar, Otegi sorprendió a todos accediendo a responder a las preguntas del fiscal, lo que le dio pie para desgranar su ideario político durante dos horas. No tuvo reparos en identificarse como el muñidor del revisionismo de la izquierda abert-zale en su rechazo a la violencia. El atentado de la T-4 y la ruptura de la última tregua, explicó, fue el «punto de inflexión» que le llevó, junto a dirigentes «cualificados» como Rufi Etxeberria y el también procesado Rafael Díez Usabiaga, a postular un cambio de estrategia de rechazo a la vía político-militar abanderada por ETA.
Irresolubles
En su particular caída del caballo, Otegi dice que llegó a la convicción de que «la utilización de la violencia en los procesos de diálogo, lejos de resolver los problemas, los enquista y los hace aún más irresolubles». Con esos planteamientos, subrayó, «había una diferencia radical entre nuestras posiciones y las de ETA». El fiscal le recordó entonces los atentados terroristas posteriores al de la T-4, aunque dejó pasar la oportunidad de preguntarle por qué no los habían condenado si habían llegado ya a la convicción de la inutilidad de la violencia para conseguir sus objetivos. A lo máximo que llegó Otegi en este sentido fue a reconocer que, obviamente, como portavoz de Batasuna «en una determinada etapa, no lo voy a negar, contextualizaba la lucha armada». Eso sí, después de repetir por enésima vez que «nosotros no estamos en la estrategia de ETA». La abogada de la acusación popular que ejerce la asociación Voces contra el Terrorismo, Manuela Rubio, sí le preguntó si condenaba la violencia de ETA, pero el interrogante se quedó en el aire, pues Otegi ya había dejado claro que sólo iba a contestar al fiscal y a los letrados de la defensa.
«Lucha armada»
El ex dirigente batasuno defendió la «acumulación de fuerzas» soberanistas a la que se refiere ETA en los documentos incautados a la banda y precisó que, aunque compartan el lenguaje, el significado es distinto porque la banda criminal, a diferencia de la izquierda abertzale, sigue pensando que la «lucha armada» es necesaria para conseguir ese objetivo. De hecho, reconoció que «todavía no se ha producido una maduración suficiente» al respecto en la banda. Después de defender la alianza con EA, ponderó los «magníficos resultados electorales de Bildu», que según él «corroboran nuestra tesis» y que, además, auguró, «mejorarán con el paso de los años».
Otegi negó, a preguntas del fiscal, que el nuevo discurso abertzale esté condicionado por el éxito policial en la lucha contra ETA y a las sucesivas ilegalizaciones del «brazo político» de los terroristas. La hipótesis no pareció sentarle muy bien y rescató una de sus máximas políticas al hacer hincapié en que «no hay soluciones policiales a los problemas políticos, que no se solucionan con más jueces ni policías, sino con una mesa de negociación». El ex portavoz batasuno estuvo perfectamente secundado por Usabiaga, que antes que él ya dejó entrever las líneas maestras de las intervenciones de los acusados.
El que fuera secretario general de LAB negó, al igual que Otegi, haber formado parte de Bateragune y se limitó a destacar su «sintonía» en la «búsqueda de la paz y de un escenario democrático». Como «dos animales políticos», ambos se propusieron, contó, «impulsar un debate de calado, abrir el melón» del cambio de rumbo abertzale. Y abordaron ese «debate en canal», subrayó, sin el «tutelaje» de ETA y viajando incluso a Francia en abril de 2009 para trasladar ese nuevo planteamiento a la Batasuna gala (aunque según los informes policiales lo que hicieron fue reunirse con dirigentes etarras).
Un tribunal maniatado
El frustrado intento de Otegi de apartar del juicio a la presidente del tribunal, Ángela Murillo, pasó factura a los magistrados, que asistieron impasibles al discurso de Otegi. En un anterior juicio por enaltecimiento del terrorismo, que deberá repetirse, Murillo le preguntó si condenaba a ETA. Ante la habitual evasiva, la magistrada contestó: «Ya lo sabía». Esa intervención a punto estuvo de apartarla de esta vista oral y ayer maniató su labor para evitar un nuevo tirón de orejas del Supremo, lo que permitió a Otegi explayarse sin reparos sobre sus postulados políticos. Ni una sola vez fue interrumpido por el tribunal, lo mismo que sucedió antes con Usabiaga ante una declaración del mismo cariz.
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