Conciliación
«Rubalcaba nos impidió cumplir la ley»
Un policía que vigiló en la primera acampada pidió el traslado porque no les dejaron actuar
MADRID – José, nombre ficticio, entró el la Unidad de Intervención Policial (UIP) porque su ilusión al opositar era formar parte de un cuerpo de élite de la Policía Nacional. Todo iba bien hasta que, desde que surgió el 15-M, le tocó sufrir jornadas maratonianas durante casi tres meses y aguantar la forma en que se gestionó aquella «locura». Lo que vivió durante ese tiempo le desanimó de tal forma que, ahora mismo, está a punto de abandonar el casco y el material antidisturbio y pedir cambio de destino. «No me siento policía, me siento un robot que ejecuta decisiones políticas», afirma. José no representa a todos los agentes antidusturbios que custodiaron la Puerta del Sol y el Congreso de los Diputados aquellas semanas, pero refleja el sentir mayoritario de los agentes que forman esta unidad.
Al recordar lo que supuso para él la Puerta del Sol hace un año, José –teme que los mandos policiales tomen represalias contra él si le reconocen– habla de cuestiones económicas y sentimentales. Fue su etapa profesional más complicada pero no por los «indignados» sino por las órdenes que recibían.
Durante mayo y junio, no era raro para los UIP hacer jornadas de trabajo de 22 horas. «Si se filtraba por Twitter que querían atacar el Congreso o el Banco de España, nos quedabamos. Ninguno nos negamos a trabajar dos días seguidos, tenemos más que asumido que este trabajo es así, pero no pueden pagarte un exceso horario cinco meses después», explica. Su calendario son 16 días de trabajo en ciclos de 28 días pero «22 horas de trabajo te contaban como un servicio». Aunque ni el bolsillo y ni el cansancio mal remunerado es lo que más pesa sobre José a la hora de decidir marcharse. Asegura que lo que soportaron el año pasado en Sol «no lo sabe nadie». Insultos, escupitajos, cortes de manga a centímetros del casco, intentos de orinarles en las botas... «nunca he visto esos excesos ante la Policía», reconoce. «Pero lo indignante y lo que nos quita las ganas de trabajar es que no nos dejaron cumplir la Ley». El agente asegura que tenían«órdenes escritas de no entrar en la acampada». Pasara lo que pasara. «Yo he visto cómo se trapicheaba con droga delante de mis narices, entraban en fuentes, quemaban bancos, había agresiones dentro de la acampada... Al denunciar todo esto ante mi superior me llegaron a decir que "como si queman Madrid"». La instrucción que tenían era comunicar cualquier ilegalidad y esperar instrucciones. Unas órdenes que nunca llegaban porque en esferas superiores, al parecer, no interesaba. «Todo esto nos ha bajado mucho la moral. Yo me dí cuenta de que la Ley no es igual para todos, he visto hechos delictivos y no he actuado. Eso no es ser un policía». José se queja de que su unidad son una especie de «guardia pretoriana» y que sólo les queda «acatar lo que nos dicen».
«Antes de ir a identidficar a un individuo tenía que pedir permiso a mi superior: fue humillante». El agente, que participó en el dispositivo de ayer en Sol, espera que este año no ocurra lo mismo. «Veré a mis viejos conocidos "indignados"porque los que la lían son los cuatro de siempre, el 90% son pacíficos». Hay siete o ocho que, asegura, les reconocería de espaldas. «Son el brazo negro de la CGT, "okupas"... los más radicales». Puede que las nuevas ódenes políticas animen a José a permanecer en la UIP.
En priemra persona:
- José (nombre ficticio)
- 8 años como agente de la Unidad de Intervención Policial (UIP) en Madrid
- Solicitó cambio de destino tras los altercados del 15-M el año pasado
- «No me sentía Policía. Veíamos ilegalidades ante nuestras narices y nos ordenaban no intervenir»
Insultos y provocaciones que llegaron a Bruselas
Los altercados entre la Policía y los «indignados» que habían convocado una marcha laica en plena celebración de la JMJ el pasado 18 de agosto terminaron con varios detenidos y con tres agentes de la UIP expedientados (dos fueron absueltos y uno irá a juicio). Nadie justifica la actuación violenta de un agente pero muchos compañeros llevaban mucho tiempo advirtiendo de que «soportar durante mucho tiempo humillaciones e ilegalidades que quedaban impunes» facilitaría que los agentes explotaran un día. «Un profesional no debe nunca comportarse así pero cuando llevan semanas insultándote en la cara y tú sin poder hacer nada, una reación así es humana», comentan desde un sindicato policial. Tal era la situación que soportaban los agentes y, dalo lo «ninguneados» que se sentieron, que los sindicatos policiales llegaron a acudir a Europa a denunciar la dejadez del entonces Gobierno central del PSOE. Ni Dolores Carrión como delegada del Gobierno en Madrid, ni Rubalcaba como candidato socialista, ni el breve ministro del Interior, Antonio Camacho, hicieron nada por evitar que a los «indignados» les saliera gratis delinquir: cortaban el tráfico a su antojo, realizaban manifestaciones sin comunicar, impedían detenciones, atentaban contra agentes de la autoridad... y ni una multa.
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