Sevilla
Belén Esteban cabreó a María Teresa Campos por Jesús MARIÑAS
Más que un plató para evadidor, el de «Sálvame» ya parece un ring.
Mientras María Teresa Campos deshoja la margarita pensando si volver o no al programa –rodeada de un entusiasmo popular muy reconocedor de su valentía, arrogancia o casi desafío–, la periodista recibía el jueves en Sevilla un premio a su trayectoria anteriormente concedido a otros grandes profesionales como Jesús Quintero o Iñaki Gabilondo.
Los colaboradores pelean cada tarde por llevarse el liderazgo y la supremacía informativa. Aunque la de San Blas ande alicaída sin poder aportar novedades a su permanente rifirrafe con Jesulín, sigue intentado sobresalir. Es más, cuando no lo consigue o postergan su protagonismo se la ve inquieta. Es la primera que tiene conciencia de su falta de impacto. Y como «Sálvame» es puro revanchismo o casi guillotina vespertina, no es de extrañar que la última disputa la hayan tenido con la defensora del espectador.
Frente a la mesura respetuosa de Mila Ximénez o de Kiko Matamoros contrastó el resentimiento casi iracundo de Kiko Hernández, luego aumentado por Belén Esteban, a punto de dejar un trono conquistado con sentimentalismo para dar paso a la ternura de Chiqui. El caso es que, durante la emisión del miércoles, el Kiko de mirada torva e intenciones siempre demoledoras soltó a María Teresa que «cuando hacíamos ‘‘Día a día'' me acusaste de ser presunto maltratador. Fue hace diez años». Ella se extrañó de no haberle defendido «porque siempre oponía un alegato contra las informaciones de mis colaboradores». (Doy fe de que siempre actuó así durante los quince años que trabajé con ella y en los que tanto aprendí).
Luego habló Belén acusándola de que en la época en que colgaron su foto en los pasillos de Telecinco –esa especie de galería de personajes ilustres en la que nadie queda para la posteridad– le oyeron comentar: ‘‘¿Qué ha hecho para merecer esto?''». Teresa replicó que era mentira y añadió que «además, yo vengo a defender al espectador y no para estar sentada ante doce sin piedad». La cita le salió redonda. Fue oportuna y dio en la diana pretendida: hubo voces, griterío y casi sangre verbal cuestionando la postura de tan magistral presentadora. «Yo no vengo aquí para eso, y es mi último día. Adiós», dijo antes de marcharse. Y, sin más explicaciones, se fue. Poco conocen a María Teresa Campos los que creyeron que la amenaza quedaría sólo en eso. «Volverá en seguida», vaticinaron. Pero aún la esperan, porque la presentadora es genio y figura. ¡Olé por su valentía desafiante!
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