España

El quid de la cuestión por Esperanza Oña

La Razón
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Si resulta difícil gestionar la austeridad, más difícil aún es explicar los motivos que obligan a instalarla. En este sentido, todo el esfuerzo en comunicación que haga el gobierno será poco. Las duras medidas que está tomando generan polémica pero la precariedad de nuestra economía, como consecuencia del déficit infinito creado en la época de la abundancia, no ofrece más alternativa que el ahorro.

Por ello, hay que acercarse a la sociedad y hablarle con normalidad aclarando dudas y quejas. De lo contrario, la confusión se incrementará hasta límites imprevisibles. La oposición se dedicará a incendiar la calle, porque a río revuelto, ganancia de pescadores. Y pescadores en estos momentos hay muchos. Todos se apuntan al carro de sacar tajada a costa de la incertidumbre y el miedo.

Hace algunas semanas recibí un correo de unos amigos en el que me trasladaban la posibilidad de firmar a favor de la campaña de Amnistía Internacional para evitar la condena por lapidación de una joven sudanesa. Naturalmente firmé y reenvié el mensaje para intentar dar la mayor difusión a una causa más que justificada.

Se trataba de una madre de veinte años acusada de adulterio, encarcelada con su bebé al que amamantaba en la celda y juzgada sin abogado defensor. El 13 de mayo la condenaron a morir lapidada. Es una barbaridad tan aberrante que me resulta inaceptable la poca solidaridad que esta crueldad sin paliativos despierta en la sociedad en general.

No sé cuantas mujeres habrán sido asesinadas a través de sentencias odiosas basadas en las fobias sexuales, en la discriminación y en la tiranía. Aunque no estoy segura, creo que el Corán no impone ni plantea en sus enseñanzas castigo tan despiadado. Por ello, tampoco sé cómo pueden abanderarse unas muertes salvajes alegando que Alá es grande. Más bien me parece una muestra evidente del dominio masculino, con sus privilegios y ventajas, colgándolo egoístamente en la percha del fanatismo religioso.

Afortunadamente, en esta ocasión, la víctima fue perdonada. Ahora le quedará enfrentarse de por vida a la culpa social de haber deshonrado a su familia y al desprecio masivo por deshonrarse ella misma, a pesar de que en estos países la mujer carece de dignidad propia. Y así seguirán las cosas, reiterándose una vez y otra la violación sistemática del derecho humano más básico e incuestionable.

Días después de conocerse la liberación de la joven sudanesa, recibí en casa una llamada telefónica de una persona que se identificó como miembro de Amnistía Internacional. Me informaba del resultado de la campaña y juntas nos congratulamos de la noticia. A continuación me dijo que carecían de fondos públicos y que necesitaban aportaciones dinerarias para iniciar otra lucha activa. En este caso iba dirigida a combatir los recortes de Rajoy.

Me quedé perpleja. Le dije que si se dedicaban a defender los derechos humanos contarían siempre con mi colaboración, pero que en su nueva causa ninguno se vulneraba por lo que no podía respaldar una estrategia de enfrentamiento a un gobierno democráticamente elegido. Le dije también que no había oído campañas de su colectivo para protestar por los recortes del presidente anterior y que, en consecuencia, su afán no era humanitario, sino político y partidista.
Hasta ese punto el río revuelto y la ganancia de pescadores. Aprovechando el clima de hostilidad ocasionado con los ajustes y con la implantación de medidas de ahorro, Amnistía Internacional inicia una campaña para pedir dinero a cambio de firmas de protesta. La tierra está tan abonada que manipular la sensibilidad para incrementar recursos, puede convertirse en un negocio seguro.

Una vez más afloraba la tremenda importancia de la comunicación. Hay que entender que a Rajoy no le puede agradar quemarse a lo bonzo, que no le gustan las medidas adoptadas, que reconoce que prometió una política distinta a la que lleva a cabo. Hay que deducir que no le queda más remedio que frenar la sangría de la deuda heredada cercana al 90% del PIB. Hay que saber que España sufre una agonía imparable si no se aplica un tratamiento severo y urgente.

Rajoy es un hombre responsable y también incomprendido. Su empeño dará resultado pero, mientras, hagamos una mejor labor didáctica. ¡Ánimo presidente!

 

Esperanza Oña
Vicepresidenta segunda del Parlamento Andaluz y alcaldesa de Fuengirola