París

«La danza»: Lección magistral

Dirección y guión: Frederick Wiseman. Fotografía: John Davey. Francia/Estados Unidos, 2009. Duración: 86 minutos. Documental.

«La danza»: Lección magistral
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Apoteosis del «cine-directo», la penúltima película de Frederick Wiseman –la primera que se estrena comercialmente en nuestro país de las 39 que componen su filmografía– es el monumental documento sobre un lugar que acumula y dinamiza la energía creativa de gestores, bailarines y directores artísticos. ¿Qué es el «cine-directo»? El documental que no da explicaciones. Sin rótulos que identifiquen a los participantes, sin voz en «off» que sitúe las acciones, sin un hilo narrativo definido, la cámara de Wiseman nos somete a un proceso de inmersión en un mundo que no conocemos. Se nos concede el privilegio de ser testigos de los ensayos del Ballet de la Ópera de París, de las reuniones en las altas esferas, de compartir nuestro tiempo con el equipo de limpieza, con las modistas, con las maquilladoras, a cambio de que prometamos estar atentos y mostremos interés en atar cabos. Se trata de establecer un pacto de igualdad entre autor y espectador: uno tiene la sensación de que Wiseman, movido por una voraz curiosidad, va entendiendo la dinámica de grupo al mismo ritmo que nosotros. Y así, juntos, disfrutamos de un mundo en el que todo tiene cabida, incluso un apicultor en los tejados de la ciudad de París.

A Wiseman le fascina la épica del trabajo. Los errores, las dudas, las repeticiones. Las correcciones de los coreógrafos, las vacilaciones de los bailarines, la belleza de los solos. Pero también las estrategias de Brigitte Lefevre, directora artística del Ballet, para contentar a los mecenas, y las asambleas con el cuerpo de danza para discutir las condiciones de la jubilación de los artistas. Para Wiseman, el arte es trabajo: un trabajo colectivo, solidario y sujeto a los imperativos del tiempo. Para que el proceso de inmersión del que hablábamos antes tenga sus efectos, se necesita tiempo: sólo así seremos conscientes del esfuerzo, del acto de sembrar pero también del de recoger. Nunca planos del público: el público somos nosotros, ya nos hemos ganado el puesto. Entonces llega el momento de disfrutar de los frutos del trabajo, no sólo del de los bailarines y coreógrafos, sino también del propio Wiseman, que nos permite contemplar las piruetas de los cuerpos en primera fila, el premio que nos concede un documental delicioso, una lección de cine.