Turquía

Un espontáneo «revienta» la canción de Diges que logró un 15º puesto

El alcalaíno se dejaba la voz y el público le correspondía con aplausos. En ese momento el catalán Jaume Marquet Cuna, alias Jimmy Jump ,saltó al escenario, vestido de negro con una camiseta de autopromoción y una barretina en la cabeza.

Daniel Diges en Eurovisión
Daniel Diges en Eurovisiónlarazon

Aquello empezó como un cuento de hadas y se convirtió en un circo. Ni el tsunami de Karmele. Tampoco los insultos de John Cobra podrían haberlo superado. Eran las nueve y diecisiete de la noche cuando Daniel Diges pisaba el escenario del Telenor Arena de Oslo. Comenzaban a sonar los primeros compases de la canción del representante español en el Festival de Eurovisión. Al ritmo de «Algo pequeñito» comenzaban a moverse la muñeca de trapo, la bailarina, el soldadito de plomo y el arlequín. La primera estrofa, superada con nota. El alcalaíno se dejó la voz y el público le correspondía con aplausos. En ese momento el catalán Jaume Marquet Cuna, alias Jimmy Jump ,saltó al escenario, vestido de negro con una camiseta de autopromoción y una barretina en la cabeza. Jump es conocido por irrumpir ante las cámaras en acontecimientos mediáticos como partidos de tenis, carreras de Fórmula 1, en el Palacio Real y en la pasarela Gaudí. De hecho, en la final de la Eurocopa de 2004, lanzó una bandera del Barça a Figo, como señal de protesta por fichar por el Real Madrid. Por la incursión en otro partido, la Comisión de Violencia del Fútbol lo multó con 60.100 euros. Sin embargo, parece ser que no le duele al bolsillo. Rompiendo todos los controles de la organización noruega, ayer se coló y la volvió a «liar parda». Y eso que en algunos foros de internet, Jump ya había mostrado su intención de hacerse presente en el certamen, que siguieron 150 millones de espectadores en directo. Aprovechó la puesta en escena con disfraces de la delegación de TVE para situarse ante las cámaras como si fuera un muñeco más. A pesar de lo ocurrido, Diges, los bailarines y su corista siguieron adelante con la canción sin que al intérprete le temblara la voz. Tan sólo alguna mirada de desconcierto se le presintió. Tuvieron que pasar unos veinte segundos para que dos miembros de seguridad se llevaran a Jimmy.

«Vergonzoso»Tal fue el escándalo, que nada más terminar la actuación, José Luis Uribarri dio muestras de su maestría como locutor eurovisivo. «Ha sido vergonzoso, inadmisible», sentenció el gurú, que una vez más clavó los votos y no dudó en alabar el buen hacer de Diges y los suyos. Así se lo manifestó en la conexión en directo que TVE realizó a mitad del concurso para hablar con Daniel. «Parece ser que ha querido "compartir el momento"», bromeó el artista, jugando precisamente con el lema de este año del festival. «Yo me he puesto a contar a los bailarines y me he dicho: este sobra», comentó con su elegante sonrisa, pero con los ojos vidriosos, y a renglón seguido apuntó que «ahora todos los países van a querer contar con su propio espontáneo para intentar ganar».No es para menos. Sobre todo, teniendo en cuenta que en los 55 años de historia de Eurovisión, nunca había tenido lugar un suceso de este cariz. De ahí que, apenas pasados unos diez minutos del incidente, la Unión Europea de Radiodifusión. En su segunda oportunidad, Diges lució sus rizos perfectamente descolocados, la cara de buena gente, unos agudos perfectos y un «ou ou ou» hipnótico. Al llegar las puntuaciones, Europa se lo recompensó. Claro, que no fue suficiente para cautivar a los europeos. Diges sumó 68 puntos de 15 países y logró el puesto 15 de 39. Pero, a estas alturas, ése es un detalle «algo pequeñito».

Sobredosis de baladasAl margen del incidente, a Oslo viajaron demasiadas baladas que parecían llevar el copyright del crionizado Disney. Y no sólo por las Barbies mariposas de Bielorrusia, la veterana irlandesa –que ganó el festival en el 93–, la agónica de Ucrania y el noruego con un aire a Cantizano.Y entre los gorgoritos del depresivo ruso y el desafine permanente del israelí, el ritmo lo pusieron Rumanía, Moldavia, la mujer volcán de Islandia, el francés con raíces congoleñas y, por supuesto, el griego Giorgios Alkaios. Entre lo «kitsch» que se dejó ver, sobresalió la princesa Mette-Marit bailando desde su casa, el directo de la familia española comiendo tortilla, el Power Ranger que llevó Turquía y el serbio Milan Stankovic, alias «el Sorayo», un clon de nuestra representante en 2009. Y para que no se ceben los que tiran por tierra todo lo que huele a Eurovisión, ahí está la calidad del belga Tom Dice.