Orihuela
La crisis no escapa al recuerdo de los ausentes
La festividad del 1 de noviembre transcurrió sin incidentes, ni atascos en los accesos a los distintos camposantos
MURCIA- De pésames y flores, y alguna que otra lagrimita, se vistió la mañana de ayer en todos los municipios de la Región. De margaritas y pocos vestidos de gala, pues la omnipresente crisis económica llegó este año a la última estación de muchos recorridos. Los murcianos celebraron ayer el Día de Todos los Santos con una asistencia contenida a los cementerios, debido a que el puente escalonó las visitas a los camposantos durante el fin de semana. Así lo explicaba Antonio Martínez, cuando hacía balance de las ventas de dátiles, arrope y pan de higo, acumuladas a lo largo del día, en su puesto de la puerta del cementerio de Nuestro Padre Jesús de Espinardo: «El día 1, que es el día tradicional de esta festividad, ha registrado la misma o menos gente que el resto del fin de semana». Para él, se trata de un dato negativo, causa directa del descenso de las ventas respecto a otros años, a la que se suma el nuevo, y cada vez más frecuentado, acceso a la parte norte del cementerio. Tampoco fue un buen día para la joven castañera Vanesa López, quien reconoció que, además de que el frío todavía no había llegado del todo a la capital del Segura, «éste es el año en que más se ha notado la crisis».
Pese a ello, los vecinos de Murcia, al igual que otros ciudadanos de la Región, no han permitido que las borrascas económicas empañen el tradicional homenaje que una vez al año dedican a sus allegados ya fallecidos. De este modo, José García, jubilado, acudió ayer, como tantos otros vecinos de edad avanzada, a limpiar la fosa de sus familiares y cambiar las flores mustias del año pasado por unas nuevas, de mejor color. Él viajó orgulloso en una de las 11.000 plazas de transporte público que la Entidad Pública del Transporte puso ayer a disposición de los usuarios. «No tenemos ninguna queja con la línea de autobús que conecta Murcia con el cementerio de Espinardo», reconoció José García. No es para menos, puesto que, además de repetirse la frecuencia de 15 minutos para cada salida de autobuses, este año nadie tuvo que viajar de pie, ni siquiera en las horas punta.
Entre la calidad del servicio de transporte y la escalonada distribución de las visitas a lo largo del puente, acceder a las inmediaciones del camposanto de Espinardo y encontrar aparcamiento fue una tarea no tan ardua como en años anteriores. A lo largo de los tres días, el cementerio de Nuestro Padre Jesús ha podido recibir un total de 120.000 visitantes, con una media por día superior a los 40.000. Una circunstancia para la que la Concejalía de Sanidad del Ayuntamiento de Murcia estuvo preparada en todo momento. Así lo apuntó el propio edil Fulgencio Cervantes. «Un total de 104 policías están controlando que la jornada transcurra con normalidad en todos los cementerios del término municipal. Además, contamos con un dispositivo sanitario móvil para cualquier emergencia y seis personas están encargadas del mantenimiento del cementerio y de la atención al público», afirmó.
Por otro lado, para agilizar las visitas, el Ayuntamiento puso en marcha hace dos años un servicio informático para la localización de tumbas por el nombre y apellidos de las personas que disfrutan del descanso enterno en ese cementerio. Con la ayuda de los operarios de la empresa Multiservicios Tritón, nadie se quedó sin visitar a aquel amigo o allegado cuyos restos descansan junto a otros en la cima de Espinardo.
Misa por todos los Santos
A las 12 .00 horas, el Obispo de la Diócesis de Cartagena, moseñor José Manuel Lorca Planes, ofreció una misa en la participaron un millar de personas. En ella, Lorca Planes aprovechó para recordar a todos aquellos que se marcharon para siempre y «para pedir la intercesión de todos los Santos en estos días difíciles».
A pesar de que la alegría era generalizada, incrementada por los gritos y correteos de los más jóvenes, en el ambiente se palpaba el dolor que supone recordar a aquellos a los que tanto se ha querido en vida, y de los que no queda más que un muro de piedra, ayer decorado por los colores vivos de rosas, margaritas, lirios crisantemos y claveles. No faltaron los corrillos familiares alrededor de los nichos, los curiosos regalos sobre algunas de las fosas y, por supuesto, el paño y el cubo de agua recién usados, junto a lápidas relucientes de recuerdo y todavía húmedas de congoja por la débil nostalgia.
Cuando ya la tarde despedía los últimos rayos de luz, los floristas observaban los numerosos ramos que habían quedado sin vender. «Se ha notado la crisis: se ha vendido mucho menos y a precios mucho más competitivos, casi a precio de coste», señaló José Martínez. Desde su puesto de Flores Juan Simón, ha podido ver como este año los murcianos que acudían el día de Todos los Santos al cementerio de Espinardo se gastaban en flores la mitad que en años anteriores. «Si antes se dejaban de 10 a 12 euros, hoy sólo se gastan 5 o 6: la mayoría compra margaritas, lo más barato». Y es que ni los que no tienen que sufrirla en pleno asfalto, se libran de la alargada sombra de la crisis.
einticinco kilómetros de distancia y un mismo río. Murcia y Orihuela, dos ciudades bajo un único cariz, levantadas con el molde común de la cuenca del Segura, de su paisaje y de su huerta. A pesar de quedar separadas por un límite provincial, ambas son partícipes de una misma historia, una idéntica idiosincrasia y, aunque de forma muy diferente, son escenario de la vida del poeta Miguel Hernández, musa de sus creaciones y materia de muchos de sus poemas. Hoy se cumplen 100 años del nacimiento del poeta oriolano, y la Región, como tantos otros territorios por los que vaga la lengua castellana, recuerda a Hernández y, de manera especial, su andar tranquilo por algunas de sus calles.
Dada la cercanía entre Murcia y la localidad donde nació el poeta, no resulta extraño que éste visitara la Región en repetidas ocasiones y que, con ello, proliferara la amistad entre él y otros escritores coetáneos de la zona. El matrimonio compuesto por Carmen Conde y Antonio Oliver fue, sin duda, el mayor activo de un poeta cautivado por la tierra murciana y sus playas, interesado por su cultura e, incluso, fugazmente enamorado de una de sus mujeres: María Cegarra. Así lo refleja el reciente estudio elaborado por los historiadores murcianos Francisco José Franco Fernández y Dolores Sánchez Corbí, que ambos presentaron esta semana en el III Congreso Internacional Miguel Hernández.
La relación del poeta oriolano con la Región estuvo presente desde sus primeros días, teniendo en cuenta que Murcia era la capital de provincia más cercana a su localidad de origen. Sin embargo, es a comienzos de los años 30 cuando esa relación se intensifica, propiciando encuentros muy relevantes en la carrera literaria del, por entonces, joven poeta cabrero. En julio de 1932, Miguel Hernández visita los talleres del diario La Verdad, lugar donde unos meses más tardes comenzaría a imprimirse su primer libro: «Perito en lunas». Así lo narraba una crónica publicada por el mismo diario el 10 de julio de ese año: «El otro día estuvo en nuestra redacción el poeta oriolano Miguel Hernández […] Le acompañó en su silencio de breñal el culto escritor Ramón Sijé, también oriolano y joven, que nos contó la vida incesante del poeta y nos dio un recital de versos». Según el escritor alicantino José Luis Ferris, autor de una de las mejores biografías sobre la vida y obra de Hernández, fue Ramón Sijé quien estableció los lazos necesarios entre su amigo poeta y el mundo editorial de la Región. «Sijé propició una estrecha relación con Antonio Oliver Belmás, que sería enormemente provechosa para Miguel, ya que Oliver facilitó el terreno para que ambos amigos visitaran los talleres de La Verdad». Fue entonces cuando se fraguó la primera publicación de un joven Hernández ansioso por darse a conocer en los más prestigiosos ambientes literarios, tras el fracasado intento de su primera y más corta estancia en Madrid.
Como señalan los historiadores Franco y Sánchez en su estudio, es en enero de 1933 cuando se produce en la ciudad de Murcia el histórico encuentro entre Miguel Hernández y otro de los grandes poetas de la literatura española: Federico García Lorca. Aprovechando que el escritor granadino se encontraba en la capital del Segura realizando una gira con «La Barraca», Raimundo de los Reyes, encargado de la publicación del «Perito en lunas» de Hernández, hizo coincidir en su casa de la calle de La Merced a los dos grandes poetas. «Esta entrevista murciana sería el principio de una relación curiosa, a la par de compleja, entre dos escritores que quedarían unidos por el común trágico destino de sus vidas», indica el reciente estudio de los historiadores. En este encuentro, Lorca alabó desinteresadamente los versos del joven cabrero y ofreció su ayuda para darlo a conocer en el mundillo literario madrileño. Hernández tomó el guante y comenzó ese día una intensa correspondencia con su nuevo colega. Con el tiempo esta circunstancia se conviritó en un incordio para el poeta granadino, que dejó de contestar las cartas de Hernández e incluso manifestaría en un futuro su incomodidad ante la presencia del oriolano en los círculos literarios de la capital de España.
✕
Accede a tu cuenta para comentar