Gastronomía

DSK muy relajado sonrió a los periodistas

El matrimonio y sus amigos habían acabado de cenar y salían del restaurante «Scalinatella», en el Upper-east Side de Manhattan, por una puerta lateral. Revuelo de periodistas.

DSK sale por la puerta de la cocina del restaurante italiano
DSK sale por la puerta de la cocina del restaurante italianolarazon

Pero ni Dominique Strauss-Kahn, el vilipendiado ex director del FMI, ni su esposa, Anne Sinclair, trataban de eludir a las cámaras. Simplemente, esa salida era la más práctica para abordar el enorme todoterreno negro, con los cristales tintados, que los aguardaba. Así que cuando se escucharon los clásicos gritos de los fotógrafos, «¡Dominique! ¡Dominique!», éste aminoró el paso, se volvió y sonrió a los representantes de una Prensa, la neoyorquina, que no había tenido el menor reparo en crucificarle. Como en la «Hoguera de las Vanidades», la célebre novela de Tom Wolf, (periodista al fin y al cabo), DSK ha sido el «elefante blanco» que todo el mundo quiere cazar: rico, poderoso, guapo, blanco y, sobre todo, francés. En una ciudad donde policías, fiscales y jueces están hartos de perseguir, procesar y condenar a pobres tipos negros, la historia de la humilde camarera africana, humillada y violada por el poderoso huésped blanco de una suite de 3.000 dólares, era una tentación demasiado atractiva. Y mucho más para un fiscal de rancio abolengo y apellido notorio, Cyrus Vance, con aspiraciones a seguir la carrera política como su augusto padre. Y, sin embargo, el sistema judicial norteamericano puede salir beneficiado en este caso. Fue el propio fiscal quien notificó a la defensa por escrito y en papel oficial sellado las dudas surgidas sobre la fiabilidad de la víctima. Vance podía haber forzado la acusación, puesto que los indicios de que hubo una relación sexual son tozudos, pero ha preferido arrostrar las críticas.


Una cena italiana de 500 euros
- La primera salida de DSK, ya sin la pulsera electrónica, fue para cenar con su mujer, Anne Sinclair, y un matrimonio amigo en un discreto restaurante italiano de Manhattan.
- «Ella, sobre todo, estaba radiante. Se la veía muy feliz», comentaron algunos clientes.
- El menú, «discreto»: entrada de jamón con melón cantalupo y «antipasti», «pappadelle» con trufas negras, a 100 dólares el plato; tarta de queso y café. Vino: un «Brunello de Montalcino» a 90 euros la botella. La cuenta fue de 500 euros.