Sarkozy confiesa que abandonará la política si pierde

Jubilarse ocupando un cargo público u ostentando una responsabilidad política nunca ha sido el propósito de Nicolas Sarkozy, que siempre ha mostrado el deseo de enfundar de nuevo, y en un futuro más o menos lejano, su toga de abogado. Lo que sorprende es que el presidente francés evoque esa posibilidad en pleno arranque de campaña electoral cuando todavía no es siquiera, oficialmente, candidato a su reelección. Sin embargo, la decisión parece tenerla clara. «En caso de derrota, dejo la política. Sí, eso es cierto», confiaba este fin de semana, fuera de micrófonos, a un grupo de periodistas durante una visita a la Guayana francesa. Una confidencia demasiado jugosa como para dejarla escapar y que ayer revelaban varios medios del hexágono. Pero es también una manera de dramatizar su futura candidatura y palpar de paso el terreno electoral. Táctica de fino estratega. Vapuleado por las encuestas, maltratado por la oposición y divorciado de una opinión pública que desea mayoritariamente que pierda (56% frente al 41%), Sarkozy se plantea, por vez primera, la hipótesis de un fracaso electoral. Y por ende, a juzgar por sus declaraciones, el ocaso de su trayectoria política. «Por primera vez en mi vida me enfrento al final de mi carrera», aunque reconoce, jugando al despiste, que puede ser «en unos meses» o dentro de cinco años. Porque, pese a la desfavorable coyuntura y a un rival socialista engrandecido tras la ovacionada entrada en campaña del pasado domingo, el líder conservador cree en sus posibilidades. Darse por vencido no está en su temperamento. Como tampoco ha descartado convertirse en jefe de la oposición y optar a un segundo mandato en 2017 si pierde en mayo.
El desgaste del poder es algo que Sarkozy ha tenido siempre presente. Antes incluso de ser presidente. En 2008 insinuó conformarse con una sola legislatura para después seguir los pasos, más lucrativos, de ex presidentes como Bill Clinton.

Turquía se enfrenta a Francia por la ley de genocidio armenio
Turquía no se queda quieta ante la aprobación de la ley francesa que pena el genocidio armenio de 1915 y contraataca. Continúan las desavenencias. El presidente turco, Tayyip Erdogan, tachó esta ley de racista pero ¿tiene verdaderamente esta norma un fin electoralista?. Para el mandamás turco sí, y habla de una estrategia electoral por parte de Nicolas Sarkozy por el elevado número de armenios en Francia (unos 500.000). Sarkozy, más cauto, llamó a la calma para reducir la tensión bilateral.