Afganistán

El horror de la guerra

La Razón
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Un conflicto bélico se sabe cómo y quien lo empieza, pero nunca cómo termina ni quien lo gana, porque lo más probable es que los dos contendientes pierdan numerosas vidas humanas. Es lo que está sucediendo en los últimos meses a las tropas estadounidenses en Afganistán, donde el mes pasado murieron 70 soldados. Y en julio lo más probable es que la cifra será similar, si no superior. Y es que las fuerzas norteamericanas han penetrado en bastiones sureños de los talibán en un intento de erradicar a los rebeles de la zona. La consecuencia inmediata ha sido la perpetración de un mayor número de ataques contra las fuerzas armadas de Afganistán y los simpatizantes del Gobierno; y el aumento de civiles asesinados. El último ejemplo de esta masacre contra población civil ocurrió ayer, cuando un autobús repleto de pasajeros pasó por encima de una bomba colocada sobre una ruta principal del sur del país, en dirección a la capital, Kabul. Los responsables de la matanza argüirán seguramente que el artefacto había sido colocado contra un convoy de las tropas internacionales (de la OTAN) que debía pasar por allí y que, involuntariamente, afectó a población inocente. Hoy casi se ha olvidado que la guerra contra Afganistán se inició tras los atentados del 11-S de 2001 para sacar a Osama bin Laden de su madriguera en ese país y para que no tuviera dónde cobijarse. Nueve años después han dejado de existir jóvenes de los dos bandos, amén de hombres, mujeres y niños que al sufrimiento de soportar durante años gobiernos totalitarios han sumado los horrores de una guerra.