Real Federación Española de Fútbol

El timonel

La Razón
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«Barco sin timonel, al fondo con él», dice el refranero. No lo dice el refranero, pero lo podría decir. En el refranero español se pueden encontrar incomensurables tonterías elevadas a sabiduría popular. No es obra tonta, pero si acogedora de sandeces. El libro de los tontos por excelencia es el «Guiness de los récords», que reúne en sus páginas todas las metas majaderas que el hombre se ha propuesto, como crear el bocadillo de mortadela más grande del mundo –cien metros de bocadillo, por ejemplo–, ensalzar al tío que se traga más salchichas en una hora o elevar al rango de héroe al individuo que ingiere más huevos cocidos en quince minutos. «Barco sin timonel, al fondo con él», y vuelvo a mi falso refranero. El PSOE es un gran barco, un trasanlántico. ¡Qué facil el ejemplo manido del «Titanic»! No. El «Titanic» se hundió por las causas que todos sabemos. El inmenso barco del PSOE se ha vuelto tarumba y no tiene timonel. Busca al sustituto, pero dos bandos muy diferentes de tripulantes desean imponer al suyo y con distintos métodos. Y el timonel ha perdido el rumbo hacia el norte, el sur, el este y el oeste. Incluidos los puntos del nordeste, el noroeste, el sureste y el suroeste. Al timonel oficial del PSOE le dicen que ponga rumbo a Cádiz y al cabo de los días entra en chapucera arribada al puerto de Keflavik. Porque el timonel obedece a ciegas al capitán, y el capitán no quiere salir de su cámara para evitar las miradas de sus marineros, que no son de aprecio, precisamente. El timonel, José Blanco, está a un paso de mandar al capitán a freir gárgaras, y no lo hace porque aún le recuerda su conciencia que sin el capitán, jamás habría conseguido el mando del timón. A estribor, esperando el golpe de mano, el segundo oficial Rubalcaba. A babor, la tercera oficial Chacón, siempre asesorada por un señor muy sinuoso con rima consonante, Barroso, que es su marido e íntimo amigo del capitán que no sale del camarote. Y en la popa, cobijado de todos los vientos, y a sabiendas de que el barco se va a empotrar contra la primera isla que encuentre a su paso, el comodoro Bono, el más listo de todos ellos, que aguarda con paciencia el momento en el que el capitán, el timonel, el segundo oficial, la tercera oficial y el planificador poderoso con rima consonante –Barroso– se lancen al agua para compartir su futuro con los pingüinos y los besugos. A los primeros les extrañará su presencia, pero los segundos los recibirán como si fueran de la familia. Un capitán que no manda, un timonel que ha perdido el rumbo, un segundo oficial que no se sale con la suya, una tercera oficial que merece entre los suyos el apodo de «la niña», y un instigador ambicioso con rima consonante –Barroso–, a media milla están de hacer naufragar el inmenso barco socialista. Más de dos millones de marineros se han tirado por la borda. Y entre todos, el único que sonríe y se guarda de chismes, navajazos, zancadillas, rumores y demás delicias, es el comodoro Bono, que ha decidido mantenerse al margen para llegar a ser lo que siempre deseó, el capitán. Puede conseguirlo, pero sería capitanía de barco de partido, que no de nación, porque la segunda, según van las cosas y según fueron el pasado domingo, parece tenerla asegurada un marino gallego tranquilo y barbado, que, tantas veces incomprendido y criticado, ha sabido mandar el otro gran barco de partido con tacto y eficacia. Y así están las cosas. Un barco tranquilo y seguro, otro con vías de agua por todas partes y un solo tripulante sonriente, y los besugos esperando la llegada de sus familiares.