Artistas
A tortas en la Zarzuela por la memoria histórica
El sueño que la valiente Apolonia quiere hacer realidad en «¡Una noche de zarzuela...!» se ha convertido en una pesadilla fuera del escenario. La calle es testigo de las protestas entre espectadores de diferente ideología.
Con una puntualidad casi germánica, a las once menos cuarto de la noche, el mismo espectáculo se repite en la calle Jovellanos. A la salida de «¡Una noche de zarzuela...!», que se estrenó el 24 de abril, algunos espectadores se enzarzan con otros. «Fachas», dicen unos; «rojos», les contestan otros. «Aquí no hemos venido a que nos den ni una clase ni una lección de memoria histórica. ¡Qué vergüenza!», se escucha entre aquellos que acaban de abandonar un patio de butacas que se llena desde hace más de una semana en que se estrenó este montaje, protagonizado por Esperanza Roy y en el que cantan voces curtidas en este género grande, como las de Juan Jesús Rodríguez, Ana Ibarra, Manuel de Diego y Susana Cordón. La obra estará en cartel hasta el día 24. «Era un tiempo en que se comía más radio que pan», comenta de manera muy gráfica Luis Olmos, director del Teatro de la Zarzuela y uno de los autores del libreto junto con Bernardo Sánchez, que han situado la obra en 1941, en plena posguerra, año en que un grupo de comediantes capitaneado por Apolonia Carabias, la viuda del empresario Fortunio de la Vega, tiene la idea de reunir a los antiguos miembros de la «troupe» y subir a escena la antología «¡Una noche de zarzuela...!», con célebres piezas musicales. Ella vive una ensoñación que quiere hacer realidad mientras esconde a un prófugo aun a riesgo de perder su licencia y amenazados por un grupo de acreedores. Mientras, Chapí, Chueca, Sorozábal, Guerrero y Fernández Caballero resuenan en el patio de butacas, completamente ajenos al espectáculo que cerca de las once de la noche se puede presenciar en la calle. «Lo que estamos viendo a la salida es algo delirante a estas alturas. La obra refleja una época difícil y habla del entusiasmo y de la fe que tiene este grupo por conseguir que un espectáculo se estrene, pero no hemos subrayado para nada el aspecto político», asegura Olmos asombrado. Mientras, a las puertas del coliseo, en mayor o menor medida, cada noche desde el día 24 de abril se levantan voces que piden «zarzuela y no panfleto de memoria histórica».
Durante la representación, el público no abre la boca, ni siquiera cuando alguien de la ficticia compañía zarzuelera pregunta desde el escenario, «¿pero quiénes son los nuestros? La compañía», responde la aguerrida Apolonia, una frase que para Olmos resume la ideología de la pieza. Nadie rechista. «Es muy curioso, pero lo que presencié el jueves en la calle me llevó 40 años atrás. Era otra España». Y es que el jueves, que se representó la primera función de abono (ayer, hoy y mañana son las siguientes), el intercambio de improperios subió de tono entre grupos ideológicamente contrarios; tanto, que casi llegaron a las manos, pero no pasó a mayores. Hubo algarabía y más jaleo del habitual, pero la sangre no llegó al río y la seguridad del teatro no tuvo que intervenir.
Aguantar el tipo
El jueves, también, en el descanso de la función, un grupo de varias personas abandonó el teatro «con signos ostensibles de estar muy enfadadas. Hicieron ostentación de que se marchaban airadas», asegura un testigo que presenció la partida. Al terminar el espectáculo, una noche sí y otra también, se escuchan gritos de «fuera» o «rojos», acompañados del consabido «buuu», que son callados de inmediato por los aplausos. Los actores aguantan el tipo y no se inmutan.
La semana pasada se vivió otro episodio singular cuando dos personas, a las puertas de la Zarzuela, entonaron el «Cara al sol» frente a la atónita mirada de los transeúntes. Luis Olmos explica que quienes protestan son «una minoría. Las cartillas de racionamiento existían en los años 40. Imagino que aún hay a quienes le remueve, y se ponen en contra. Desde luego, resulta sorprendente que ocurraesto. Ni siquiera cuando se han visto obras de Brecht se han armado estos jaleos», dice el director del teatro, que no recuerda haber sido testigo nunca de un espectáculo siquiera parecido en la calle Jovellanos.
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