Irán
Aplastada la revuelta llega el ajuste de cuentas en Irán
Irán ha podido perder la oportunidad histórica de emprender el camino de la apertura para dejar atrás una etapa funesta de oscurantismo y falta de libertad. Obviamente, la dictadura teocrática no lo podía permitir y utilizó todos los resortes de un poder absoluto, que son demasiados, para aplastar a sangre y porrazos la revuelta opositora. La violencia extrema en las calles contra los manifestantes se completó ayer con la decisión del Consejo de Guardianes, órgano que debe validar los resultados electorales en Irán, que anunció no sólo que no había hallado trazo alguno de fraude en los comicios presidenciales del pasado 12 de junio, sino que fueron los más limpios de la historia de la Revolución Islámica. El pronunciamiento era el esperado por la parcialidad del órgano, pero lo cierto es que está probado que en decenas de ciudades hubo más votos que votantes en un proceso sin garantías y carente de todo control ajeno al poder. Con la revuelta agotada, el futuro pasa más por el revanchismo que por la conciliación. Voces de clérigos radicales como Ahmad Jatami, de la Asamblea de Expertos, reclamaron ayer directamente la pena de muerte para los «alborotadores» como culpables «de Mohareb (los que atacan a Dios)». El desenlace es una pésima noticia para Irán y para el mundo. Occidente lo ha entendido así, aunque nuestro Gobierno no haya levantado la voz.
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