India
Bangladesh se vuelve a echar en brazos de la «gran dama»
El bloque que lidera la ex primera ministra, la Liga Awani, ha obtenido una mayoría de 261 escaños.
BANGKOK- Al igual que los Bhutto en Pakistán, los Nehru-Gandhi en India y los Bandaranaikes en Sri Lanka, Bangladesh tiene su propia dinastía: los Hasina. Y ha sido la «gran dama» de esta estirpe, Sheikh Hasina, quien arrasó ayer en las elecciones celebradas en este país musulmán de 140 millones de habitantes, uno de los más pobres del mundo y situado perennemente en la lista de los diez más corruptos del planeta desde que consiguió desgajarse de Pakistán en 1971.
Sheikh, hija del padre de la patria y héroe nacional bangladeshí, repetirá un cargo que ya ocupó en el pasado. Las cifras de su última victoria, calificada de «perfectamente limpia» por los observadores internacionales, es sobrecogedora: la llamada «Liga Awami», que preside, ha obtenido 261 de los 300 escaños en juego. El reverso de la moneda lleva la efigie de Khaleda Zia, candidata de la otra gran familia política, presidenta del Partido Nacionalista de Bangladesh y quien también ocupó el cargo de primera ministra. La prensa local analizaba ayer las claves de su inesperada derrota argumentando que se trata de un castigo por la nefasta gestión de su último mandato, que duró desde 2001 hasta 2006 y que acabó en medio de manifestaciones, desórdenes, huelgas diarias, e increíbles casos de corrupción.
Con las elecciones del lunes se cerró también un paréntesis de dos años en la joven vida democrática de este país asiático: en estos últimos 24 meses Bangladesh ha estado en manos de un Gobierno provisional formado por tecnócratas y militares, que ocuparon pacíficamente el poder a principios de 2007 con la intención declarada de evitar un estallido social y poner freno a la corrupción. Sus prioridades son precisamente combatirla y reducir los precios de los alimentos básicos, disparados a causa de la inflación y responsables de una crisis humanitaria. Los expertos creen que Hasina podría utilizar la mayoría obtenida para sacar adelante las reformas que tanto se necesitan. Sus detractores temen que el poder ilimitado propicie una persecución contra los opositores y complique aún más la lucha contra la corrupción.
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