Nueva York
Baryshnikov solos a los 61
El bailarín regresa a Madrid con dos piezas en solitario y dos más junto a la española Ana Laguna en el Matadero
Aclaremos algo: el nombre del programa con el que el bailarín ruso Mikhail Baryshnikov regresa al Teatro Español por tercera vez (en realidad, en esta ocasión, a las Naves del Matadero) es «Tres solos y un dúo». Pero la cosa tiene trampa: son dos solos de Baryshnikov («Valse-Fantasie», de Ratmansky, y «Years Later», de Millepied) y dos «pas de deux» de la estrella con la española Ana Laguna, ambas coreografías de Mats Ek: «Place» y, aquí está el truco, «Solo for two». Todas son piezas recientes y dos de ellas ya vistas en Madrid. Ayer compartió desayuno con la prensa. Educado y con buen aspecto a sus 61 años (nació en enero de 1948 en Riga, Letonia), el rostro más «gentleman» de los países ex-soviéticos, aseguró sobre su insobornable energía en escena que «ayuda, cuando bailas una pieza, que esté creada específicamente para ti». La relación con su propio cuerpo no es la misma que cuando triunfaba con 21 años como primer bailarín del Kirov o con 31 en el American Ballet Theater, algo que asume con humor: «Estamos peleando constantemente. El diálogo empieza muy temprano, por la mañana, en el baño. Pero estoy en buena forma, no tengo de qué quejarme. Hay personas muy buenas que cuidan de mi cuerpo. Aunque es cierto que cada año debo dedicarle más tiempo, entre el fisioterapeuta y el gimnasio». Él se define sólo como «una herramienta para el coreógrafo» y despacha de un plumazo su «filosofía» sobre el escenario: «No tengo reglas específicas: me gusta bailar y emocionar al público. Con tener un poco de éxito es suficiente para mí».Preguntado por el momento que vive la danza, se muestra optimista: «Dicen que primero llegó la palabra. Y, quizá, con ella apareció el baile. Pero es la forma más antigua de expresión de emociones». Una reflexión que le da pie a pensar que, «aunque hay altibajos, y pese a la discusión constante entre danza contemporánea y clásica, al final hay muchos jóvenes bailarines maravillosos. Quizá no haya ahora tantos buenos coreógrafos, pero es sólo una pequeña cuesta abajo, un bache de unos diez años. No estoy preocupado por la danza: es la forma más pura de entretenimiento». El bailarín saltó hace tres años del White Oak Dance Project al Baryshnikov Arts Center, algo que ha propiciado la búsqueda de nuevos formatos en sus giras: menos grandes ballets, más solos y piezas para pocos bailarines. «He llegado a esta reducción a lo largo de los años: es lo más difícild e hacer –asegura–. Ya no trabajamos en grandes teatros, cuanto más pequeño, mejor. En los pequeños escenarios dramáticos se baila muy bien: el Picolo de Milán, Estocolmo..., también estamos girando por pequeños teatros de ópera. como el de Riga. Es ahí donde el público se siente más cómodo y puede percibir la energía dramática que transmite el artista». En cuanto a su nuevo centro, asegura que «tiene mucho éxito, de alguna manera ha creado una vida para mucha gente en Nueva York, se han establecido talleres, puntos de ddebate y creación para jóvenes». El BAC está en la Calle 37 con la 10ª Avenida. «El White Oak llevaba ya doce años y nunca se pensó que durara tanto. Lo creé con Mark Morris, pero no era realmente una compañía, sino una operación fluida de montajes. No debía haberse alargado tanto. Además, comencé a desarrollar un interés profundo en los programas de solo. Mientras preparaba varios, creamos este centro». Un nuevo proyecto que lo lleva a buscar colaboraciones con «países» (él mismo se da cuenta del lapsus, entre risas) como Cataluña, Madrid y Francia y artistas como María Pagés, con quien tiene un proyecto en marcha.Aunquen él se instaló en Nueva York en 1979, alejándose del bloque comunista, es escéptico respecto a las bondades de un sistema u otro en lo que a promoción de la cultura se refiere. «Depende de cada lugar», sentencia. «Hemos estado aquí y allá de gira. Tras la caída del Muro de Berlín, la sociedad era más abierta, pero lugares como Serbia siguieron estando incluso peor. En otros sitios, como en Polonia, ver funcionar la burocracia post-soviética fue una decepción, porque era algo que yo sentía muy cercano. A veces, viajando por países mediterráneos, como España o Italia, da la sensación de que la gente, los gobiernos, apoyan más la cultura. Pero hay elementos positivos y negativos». Y como ejemplo, acude a la más rabiosa actualidad cultural española, sorprendiendo a los periodistas: «Por ejemplo, lo que está ocurriendo con Nacho Duato, que si ahora le dicen que se va, que si no... ¿Quién decide esto y cómo? ¿Cuál es el futuro? No hay una fórmula. Lo importante es que los buenos artistas tengan oportunidades para el éxito. Y para abrirse a las nuevas generaciones. De eso va el arte: de hacerte sentir mejor».Entre sus proyectos, no descarta seguir actuando como actor (en 2008 realizó un taller en Nueva York), pero a corto plazo seguirá centrado en el baile. Ya piensa en un nuevo «pas de deux» que están creando Mats Ek y su hermano. Por cierto, que sobre la decisión de Merce Cunningham de retirarse en dos años y cerrar la posbilidad de seguir representando su legado (el nonagenario coreógrafo lo hizo público en un comentado comunicado), aseguró Baryshnikov: «Nunca en mi vida he leído undocumento tan valiente y poderoso como ése, y procedente de alguien que es, sin discusión, el mejor creador de vanguardia del mundo a sus 90 años». Y explica el artista que «es un ejemplo para muchos artistas: hay que tomar su arte en serio, pero no a sí mismos». Describe a Cunningham como «un amigo muy cercano, la inspiración en mi carrera» y cree que su legado no se perderá porque está grabado y queda aún por definir con exactitud el testamento del creador. La gira de «Tres solos y un dúo» pasará el próximo lunes 29 por el Auditorio de Tenerife para llegar al Matadero de Madrid del 2 al 5 de julio.
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