Manhattan
«Básicamente vivimos una crisis de confianza»
Premio Príncipe de Asturias de las Artes, responde al teléfono con su voz de adolescente de 73 años. Acaba de amanecer en Manhattan y pasea por la ciudad con el móvil pegado a la sien.
Entra y sale de ascensores, la cobertura viene y se va, pero nada interrumpe su chorro de ideas. Esta energía inabarcable se ha convertido en lo que es: el arquitecto más prolífico de su generación y dueño de todos los galardones imaginables. Del Reichstag berlinés al Aeropuerto de Pekín, pasando por el Viaducto de Millau, medio mundo está jalonado por la audacia técnica de sus obras. El premio Príncipe de Asturias estrechará aún más su prolífica relación con España: además de estar casado con Elena Ochoa, ha firmado el metro de Bilbao, la torre Collserola de Barcelona o el rascacielos de Caja Madrid.-A estas alturas de su carrera, su lista de galardones ocupa varios folios, incluido el Pritzker. ¿De verdad le hace ilusión recibir otro?-Bueno, me faltaba el Príncipe de Asturias, así que claro que me ilusiona (se ríe). No, en serio, estoy encantado. Es un galardón muy prestigioso que abarca todo el abanico de las artes, no sólo la arquitectura. Y, además, tengo una relación especial con España por motivos tanto profesionales como personales...-Para algunos arquitectos, España es una especie de «parque de atracciones» donde se les permite acometer proyectos impensables en otros países. ¿Está de acuerdo?-Sí. España es un país muy cómodo para trabajar. La arquitectura ha calado en todos los estratos de la sociedad, incluida la escena política. No se me ocurre otro país en el que este fenómeno se note con tanta claridad. -Usted debutó aquí con el metro de Bilbao y la Torre de Collserolla de Barcelona...-Es curioso. No son dos proyectos de arquitectura en sentido convencional, sino de infraestructuras. Y cada vez estoy más convencido de que estas obras son más importantes que los edificios individuales.-¿Por qué?-Porque afectan más a la calidad de vida de los ciudadanos. En un mundo que se está urbanizando tan rápido, la planificación de las ciudades es más importante que cualquier edificio. Y España lleva mucho a la vanguardia de esta tendencia, aunque en su momento no se reconociera. No hay más que pensar en cómo la Barcelona de los Juegos Olímpicos regeneró espacios hasta entonces degradados.-Usted siempre ha insistido en el impacto en la calidad de vida como motor de la arquitectura. ¿Es más importante que el arte por el arte?-Es que ambas cosas están unidas indisolublemente. El arte es crucial para mejorar la calidad de vida. No sólo hay que tener en cuenta la dimensión material de las cosas, sino también la espiritual. Y el arte tiene mucho que decir en este ámbito. -O sea, que podríamos determinar la valía de un arquitecto por su impacto sobre la calidad de vida de los «usuarios» de sus obras...-Los edificios surgen como respuesta a una necesidad concreta de las personas. Sin esta necesidad, las obras no tienen sentido. El origen de la arquitectura es la necesidad de un espacio para vivir, para trabajar, para disfrutar... El arquitecto debe enfrentarse a las limitaciones que te plantea el mundo real: no operas con la libertad de un pintor. El objetivo es saciar esta demanda y, a la vez, elevar el espíritu. -¿Cómo?-Cuidando las vistas, la calidad de la luz, las sensaciones que te transmite el edificio. Al final, un edificio altera tu experiencia de las cosas, por eso es tan importante cuidar los detalles..-El fallo del veredicto le describe como un «arquitecto de la era global». ¿Se identifica con esta etiqueta?-Imagino que se refieren a que trabajo en muchos países del mundo, pero jamás aplico la misma receta a todos. Cada una de mis obras es respetuosa con la cultura local. -El jurado también resalta su compromiso con el desarrollo sostenible. ¿Se considera un pionero en este ámbito?-Creo que no hay duda de ello. Llevo hablando de sostenibilidad desde 1967 y siempre he sido coherente al respecto. Lo que ha cambiado es el mundo. Hace años, esta idea parecía irrelevante; ahora, todos aceptan que es el eje de los debates más importantes.-Pero si a todos los arquitectos se les llena la boca con alusiones al desarrollo sostenible, se corre el riesgo de que se convierta en un concepto vacío...-La sostenibilidad no es una idea sencilla. No vale con proclamar que crees en ella, hay que plasmarlo en el mundo. Yo tengo la suerte de llevar muchos años dedicado a estos temas, así que mis respuestas son más sofisticadas que las de otros...-El desarrollo sostenible suele requerir una inversión inicial potente. ¿Sigue siendo viable en estos tiempos de zozobra económica?-Algunos proyectos se atrasarán, otros se cancelarán, pero será algo pasajero. Básicamente, vivimos una crisis de confianza. Tarde o temprano habrá inversores que la recuperen y se atrevan a nadar contra corriente. Se darán cuenta de que éste es un buen momento para invertir. -¿Piensa que los aprietos presupuestarios servirán para purificar ciertos excesos de la arquitectura como espectáculo?-No exageremos: me encantaría que alguien me ponga un ejemplo de un proyecto con un presupuesto ilimitado. Además, yo nunca he tenido problemas con los presupuestos ajustados: algunos de mis mejores proyectos han costado poco dinero. No se trata tanto de cuánto gastas, sino de cómo lo gastas...-Y la crisis lo está demostrando.-No cabe duda de que los periodos de necesidad agudizan el ingenio humano y la arquitectura no es una excepción. Pero seamos sensatos: hay casos en que, si reduces el presupuesto, acabas gastando más dinero a largo plazo. Hay mucha gente que cae en esta trampa: se cree que está ahorrando, pero en realidad sólo está aplazando los costes.
En bicicleta y maratones-Con tantos edificios y premios a sus espaldas, ¿cómo mantiene la motivación?-Siempre me ha apasionado el reto de diseñar proyectos. Y eso no cambia con la edad. -¿No le tienta bajar el pistón y centrarse en unos pocos proyectos?-En absoluto: disfruto mi trabajo más que nunca. Y me da tiempo a montar en bicicleta, correr maratones, estar con mi familia... -Tiene en proyecto rascacielos descomunales por todo el mundo, pero también tuvo problemas con otros edificios, como la torre de 600 metros que planeaba en Moscú. ¿Confía aún en la arquitectura vertical?-Como decía antes, cada lugar tiene sus necesidades. En países con mucha densidad de población, surge la necesidad de construir en vertical. Pero la clave no es el tamaño del edificio, sino cómo condiciona nuestras vidas. -¿Por qué logro le gustaría que le recordaran?-Le dejo ese trabajo a los historiadores. Yo vivo obsesionado por el presente. Mi gran suerte es que me sumerjo en lo que ocurre en cada momento. Hoy estoy en Manhattan, mañana donde sea.
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