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Campanario no es la mala de la película

La Razón
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Otra vez están todos en el candelero. La mamá de «Andreíta, cómete el pollo» deshoja la margarita de su reconciliación marital y prepara poner tierra por medio. Lo hará después de mayo, cuando su niña haya hecho la Primera Comunión, que preparan como si fuera una boda postinera. No se sabe si asistirá Jesulín de Ubrique, a quien María José Campanario otorga plenos poderes de decisión: «A fin de cuentas, es su padre y él resolverá qué hacer», dice. Mientras, Belén Esteban intenta reconquistar a un Fran domesticado, pero poco dispuesto a ser blanco de las intemperancias de su disparatada esposa. Cien millones de pesetas le ha costado el chalet que acaba de comprarse en Paracuellos. Esta semana le han entregado las llaves y a Belén sólo le falta entenderse con el sufridor en casa, a quien todos compadecen, porque es un pedazo de pan. Sigue enamorado y rendido. Cada uno en su sitioBelén cree que yéndose más lejos alejará la atención de los medios, siempre en su busca y captura, quizá porque favorece encuentros con la Prensa, a la que siempre da una palabra o alguna mala contestación. Coincidiendo con el escándalo de la presunta ruptura, o ya confirmada reconciliación, cayó en Madrid María José Campanario para anunciar, de nuevo, la dieta de la alcachofa. Estampa y figurita no le faltan para animarnos a seguirla: se ha quedado en los 50 kilos, una delgadez que remarca con un sencillo camisero negro, muy favorecedor, sobre unos «stilettos» de Dior de 12 centímetros. Parecía otra y se lo dije. Luego, también comprobé que el cambio también era interior:-Ya no eres la mala de la película. El tiempo y las circunstancias han puesto a cada uno en su sitio: a Belén en el suyo; a tu suegra, Carmen Bazán, fuera de Ambiciones, y tú pronto te sentarás en el banquillo y ya eres la dueña absoluta de la hacienda.-No tanto, todo es de mi marido, que se lo ganó jugándose la vida. Con 30 años recién cumplidos ofrece una madurez asombrosa. Serán los ocho años que ha estado inmerso en avatares e incidentes y también por los pisotones que ha recibido. Ya nada me pone un nudo en el estómago. Crecí a base de golpes y cuando hablé por teléfono en «¿Dónde estás, corazón?» lo hice para defender a mi madre, que se dejó el pellejo en criarnos. Es una mujer ejemplar.-¿Lo mismo piensas de tu suegra, que salió de Ambiciones para no volver más?-La casa está abierta para ella, puesto que es suya.-¿La misma generosa disposición tienes con tu suegro?-No nos hablamos ni quiero saber de él.-¿Jesulín acudirá a la Primera Comunión de Andreíta? -Es cosa suya, yo no tercio ni intervengo. Tiene libertad y discernimiento. Imagino que sí, porque es una de las personas más buenas y generosas que puedas encontrarte.-Algo le habrás cambiado...-En absoluto, Jesús es como es y no pierde el humor ni la sonrisa, aunque caigan rayos y truenos. Lo habitual en Ambiciones, que casi emula a Falcon Crest, donde María José, por fin, ha logrado quitar de en medio a quienes torpedeaban su matrimonio usando tretas de todo tipo. Un final como de película, pero con un suma y sigue.