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Campion y Chan-wook naufragan

Scorsese hace un divertido gesto con los pulgares hacia arriba
Scorsese hace un divertido gesto con los pulgares hacia arribalarazon

Cannes empieza a hacer agua. Y no sólo por la lluvia, que cayó ayer a mares, ni por la crisis, que sigue haciendo estragos en la Croisette, más vacía que de costumbre. Cannes prometió mucho y, de momento, ha dado gato por liebre, si tenemos en cuenta la decepción que las películas de la neozelandesa Jane Campion y el coreano Park Chan-wook, ambos premiados en anteriores ediciones, provocaron en este cronista con los pies mojados y la cabeza húmeda. Violencia y sensualidadSer mujer y ser feminista son una misma cosa, al menos para Jane Campion. Por eso la historia de amor entre Fanny Brawne y el poeta John Keats, motor dramático de «Bright Star», no acaba de cuajar: porque Campion, como demostró en «Un ángel en mi mesa» o, sobre todo, en «El piano», está más cómoda cuando ese feminismo no existe sólo en potencia sino que se manifiesta en un acto de violencia y sensualidad, tan liberadora como destructiva. Fanny Brawne es aún una mujer del siglo XIX pegada a su kit de costura, que necesita el permiso de su madre para prometerse y que expresa la pasión ahogada por la tradición de la época a través de su resistencia al cambio, demostrándole al frágil Keats que seguirá junto a él pase lo que pase, o aunque nunca pase nada. Esa sofocación del deseo se contagia a la atmósfera de una película más bien meliflua, salvada in extremis por la capacidad de Campion para crear imágenes hermosas: las mariposas muertas en el suelo de la habitación de Fanny o los colores de la naturaleza, abismalmente romántica como en la poesía de Keats, alejan a «Bright Star» del academicismo (léase el peor James Ivory) al que parecía predestinada.Lo de Park Chan-wook nos había puesto los dientes largos. No era para menos: «Thirst» se anunciaba como un romance entre vampiros, uno de ellos un sacerdote que, infectado por un virus mortal, regresa a la vida con una sed hemoglobínica que le provoca lógicos problemas de conciencia. Su historia de amor con una sadomasoquista oprimida por su familia política ofrece momentos hilarantes de puro surrealistas, pero a la fuerza del punto de partida, Chan-wook no sabe encontrarle una continuidad. «Thirst» se convierte entonces en un capricho de autor con imágenes de impacto –a Chan-wook, como al Cronenberg de antaño, le gustan las pústulas y el gore visceral– que pretende contar una historia de amor al límite pero que no puede sobreponerse a sus propios excesos. Lejos de la extraordinaria «Oldboy», ésta no sabe equilibrar sus biorritmos, y entre la bondad culpable del vampiro religioso y el mal absoluto de su ángel de venganza no hay matices. O rojo o blanco, como los chorros de sangre que manchan el suelo clínico de una improvisada sala de torturas que parece haberse escapado de un giallo de Dario Argento. Cuando llega el final, en un amanecer presuntamente lírico y ferozmente digital, este cronista llevaba varios minutos pensando en escribir este artículo.

La pasión de MartinLo publicaba ayer «Variety» y lo confirmaba Universal: Martin Scorsese va a rodar un «biopic» de Sinatra. Sin embargo, el director no estaba en Cannes para hablar de sus futuros proyectos sino de la World Cinema Foundation que preside, organización que promueve la restauración de películas, sobre todo, en países que tienen dificultades para preservar su memoria histórica. Contó que recientemente visitó al cineasta Souleymane Cissé con ese fin, y que las cuatro películas que presenta en Cannes son sus trabajos más representativos. Destacó también el lanzamiento de una insólita web (www.worldcinemafoundation.net) en la que los usuarios podrán visionar algunas de estas películas.