Pontevedra

Con amigos así

La Razón
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No han hecho ningún favor a Rajoy los obispos con su nota crítica al gobierno. Ni se lo han hecho, pienso, a sí mismos. La nota tendría pleno valor si, al mismo tiempo que descalifica la negociación con los terroristas, descalificase a los prelados vascos que la apoyan. Esa laguna vacía la nota de contenido. El resto, sí, el resto es perfectamente defendible. Los obispos están en su derecho a declararse contra el aborto, el matrimonio homosexual, el divorcio exprés y otras medidas tomadas por el gobierno, contrarias a la doctrina católica. Entra en su campo, el moral. Pero la negociación con ETA pertenece al terreno político, y criticarla cuando se tiene la retaguardia desguarnecida, como ellos, resulta, en el mejor de los casos, inoportuna, en el peor, contraproducente. Se lo explico. De entrada, no va a traer ni un solo voto más al PP. Quienes están de acuerdo con la nota iban ya a votarle y seguirán haciéndolo. En cambio, va a movilizar a los sectores de la izquierda descontentos con su gobierno, que pensaban quedarse en casa, pero que votarán ante lo que ven como un resurgir del nacional-clericalismo. Mientras aquel voto del centro laico, pequeño pero decisivo en unas elecciones tan disputadas como éstas, dispuesto a votar contra el radicalismo de Zapatero, puede quedarse en casa. Por otra parte, justo cuando el paro, la deuda y la inflación crecen, esta nota las barre de la actualidad, con gran contento, supongo, del gobierno. Por último, pone en un brete a Rajoy: si esas leyes son tan malas, ¿las va a derogar si llega al poder? Él ya ha dicho que modificará algunos aspectos de las mismas, pero en modo alguno las derogará. Los obispos, sin embargo, son tajantes. ¿Qué va a hacer? Me lo imagino meditando este fin de semana gris y frío sobre los caprichos del destino. Cuando Zapatero tiene que admitir el fracaso de su negociación con ETA, llega Gallardón y, ¡zas!, le regala un balón de oxígeno. Y ahora, cuando el frente económico se le desploma al gobierno, llegan los obispos y le dan otro. Con amigos así, debe estarse diciendo ese señor de Pontevedra, no necesito enemigos.