Buenos Aires
De la jacaranda al jacarandá/ Por Carlos Rodríguez Braun
«Se trata del mismo árbol ornamental americano de la familia de las bignoniáceas, de gran porte, con follaje caedizo y flores tubulares de color azul violáceo. En España es femenino y no lleva tilde, pero cruzando el charco es masculino y se acentúa en la última sílaba»
El mejor viaje es ir de la jacaranda en flor al jacarandá en flor. Dirá usted: qué tontería, si se trata del mismo árbol ornamental americano de la familia de las bignoniáceas, de gran porte, con follaje caedizo y flores tubulares de color azul violáceo. Pues así parece, pero no es así exactamente, por cuatro razones: el género, el espacio, el tiempo y el azul.
Primero, el género, que es lo más importante, como le decía Spencer Tracy a Katharine Hepburn, en La costilla de Adán: «Vive la difference!». El árbol que en España es femenino y no lleva tilde, cruzando el charco es masculino y se acentúa en la última sílaba. De entrada, esta diferencia es seductora, ¿no? Segunda razón: el espacio, o sea, el viaje, que es el propósito de estas páginas, ¿no? Tercera razón: el tiempo, porque resulta que para ver este árbol en flor tiene uno que viajar en diferentes momentos del tiempo. Florece siempre a finales de primavera, pero es que el final de la primavera aquí (y «aquí» quiere decir sobre todo Andalucía) es en mayo y junio, mientras que el final de la primavera allí (y «allí» es recomendable ir a Montevideo y a Buenos Aires) es en noviembre y diciembre. Y la cuarta razón es el azul, porque no es exactamente el mismo azul: es más oscuro en España y más claro en América. Así que cuando se pasee usted por los jardines de Palermo en mi Buenos Aires querido el próximo noviembre entenderá por qué cantó la poetisa argentina María Elena Walsh: «Al este y al oeste, llueve y lloverá, una flor y otra flor celeste, del jacarandá».
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