Bruselas
Diecisiete diecisiete
Diecisiete políticas forestales distintas. Diecisiete sistemas de prevención del fuego distintos. Diecisiete planes de extinción de los incendios forestales distintos y, a veces, sin ninguna coordinación. Y así podría seguir. Eso es lo que nos ha traído el llamado Estado de las Autonomías en esta materia, siendo generosos, porque bien se podría hablar de diecinueve, si a la cifra anterior sumamos lo que hace el Gobierno central, que es muy poco, porque se ha quedado sin competencias, y lo que deciden en Bruselas la Comisión Europea y el Consejo de Ministros de la UE. Vaya por delante que no estoy echando la culpa de los incendios forestales, que se han cebado estos días con numerosas zonas de España y que han provocado ya ocho muertos, a las Comunidades Autónomas. La culpa la tienen, o bien los que provocan los siniestros intencionadamente o por descuidos, o bien la madre naturaleza, a través de los rayos y otros fenómenos. Pero también es verdad que no se hace todo lo que se debiera en materia de prevención durante los meses clave, que son los del invierno y la primavera, limpiando los montes y construyendo cortafuegos, por ejemplo. Todo eso es responsabilidad exclusiva de cada una de las Comunidades Autónomas, que hacen de su capa un sayo y, además, intentan poner puertas al campo, en este caso al monte. A todo lo anterior hay que añadir el creciente despoblamiento del medio rural, especialmente en las zonas de montaña y en aquellas donde prevalecen las masas arboladas, hecho que tampoco ayuda. Cuando surge el fuego y comienzan las labores de extinción, tampoco hay planes unificados ni sistemas homogéneos y coordinados, sino que cada uno de los Gobiernos regionales actúa por su cuenta y riesgo, con protocolos diferentes en bastantes casos, que dificultan los trabajos por tierra y por aire. Es un milagro que no haya más accidentes. ¿Para cuándo un gran plan nacional de prevención y lucha contra los incendios forestales? ¿Quién pone el cascabel al gato?
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