El general en su laberinto
Está claro que ahora pagamos pecados de unos utópicos medioambientalistas que pensaron que el esponjamiento de una huerta era suficiente para absorber riadas de un Júcar al que los árabes ya llamaban «el destructor»
Está claro que ahora pagamos pecados de unos utópicos medioambientalistas que pensaron que el esponjamiento de una huerta era suficiente para absorber riadas de un Júcar al que los árabes ya llamaban «el destructor»