Copa del Rey

F. C. Barcelona

El Madrid deja al Barça a 7 puntos

La Razón
La RazónLa Razón

Llenazo en el Camp Nou. El azulgrana, efervescente; el blanco nuclear, nada galáctico. El abrazo de los capitanes, y sin embargo amigos, Puyol y Raúl. Marco ideal para el duelo más esperado. Bocado exquisito, algo más que un tentempié prenavideño. Y el atracón se lo dio el Madrid, que sólo con el brillo de su pegada, letal, con la seriedad de su orden ofensivo y su ensayado contragolpe, y con Baptista en estado de gracia, se llevó tres puntos del Camp Nou para dejar a 7 al atribulado Barça.

Digerida la ausencia de Messi, no hizo concesiones Rijkaard y de salida alineó a Deco y a Ronaldinho. Al margen de lo que luego sucedió, acertó... Con «Dinho», quien en el banquillo del Camp Nou hace más daño al Barça que al Madrid. Fue una pesadilla para Sergio Ramos, el segundo amonestado del partido. Pero Schuster mantuvo el tipo con el «once» que empieza a recitarse de memoria, añadida la sobriedad de Heinze en el lateral izquierdo por el alegre Marcelo. Y Guti suplente, sin discusión. Al final del primer tiempo, la razón, que tuvo cegada durante cuatro meses, hasta que descubrió a Baptista, no le abandonó. Y gracias, precisamente, a este brasileño ejemplar.

Leí a José Luis Alvite que «incluso Dios, que presume de perfecto, tardó seis días en inventar el domingo, que es una cosa sencilla que consiste en cruzarse de brazos y esperar a que ocurra sola». Añado, este domingo, que cayó en 23 de diciembre, víspera de Nochebuena, le salió redondo, pues un Barça-Madrid en fecha tan señalada no deja de ser un regalazo, para quienes tuvieron la suerte de presenciarlo y para el operador de televisión, que se embolsó 7.200.000 euros por los 600.000 «pinchazos» de los aproximadamente dos millones y medio de clientes (un «pinchazo» por cada cuatro televidentes) que vieron el espectáculo. Y mereció la pena.

A priori, para el aficionado al fútbol, cualesquiera que fueran sus colores, el enésimo clásico, con cuatro puntos de ventaja a favor del visitante, el líder, acrecentaba el interés porque, a posteriori, el resultado comprimiría o ampliaría la clasificación de la Liga. Así, después de unos minutos de estudio recíproco y concienzudo, como suelen obrar los púgiles de fuerzas similares, trascendió que era un encuentro sin concesiones, más épico que lírico, e intenso. Durante media hora lo más destacado fueron sendos fueras de juego, uno de Van Nistelrooy y otro de Etoo. Y un cabezazo de Pepe que atajó Valdés por bajo. Poco después cambiaron las tornas. Había hecho Casillas la parada del partido –bueno, una de las suyas– y el Barça apretaba al Madrid, que, en lugar de encogerse, se estiró, como suele hacerlo con Schuster. Montó el contragolpe, uno más, con Van Nistelrooy y Baptista que éste culminó con un golazo: sutil disparo con el exterior del pie derecho y a la escuadra. Es una pesadez repetirlo, pero Baptista, como antaño Zamorano y Amavisca, era una especie de apestado, un estorbo, un triunfador de la Copa América que se quedaba fuera de las convocatorias de Schuster, otro sabio, como Valdano.

Como cualquiera tiene derecho a equivocarse, mejora si rectifica, y don Bernardo ha encontrado la piedra filosofal en «La Bestia», que fue un obstáculo permanente en las intentonas barcelonistas de prosperar al ataque. El Barça elabora más el fútbol, ataca con más elementos, permite incluso que Milito cruce hasta el campo contrario, pero carece de la pegada madridista. Con marcajes pegajosos, de Pepe a Etoo, de Ramos a Ronaldinho, de Heinze a Iniesta, a Casillas sólo le llegaron dos veces con claridad en la primera parte. A Valdés, también, y encajó un gol. No le bastó al Barça con canalizar todo el juego hacia Diarra, un lastimoso creativo que aburrió a Xavi; se encontró con el marcador desfavorable por un contraatraque. Por eso incrementó la presión arriba en la segunda mitad. No tenía otro remedio. El Madrid lo vio y no se descompuso. Apenas Iniesta y Ronaldinho evidenciaban la calidad que encierra el Barça, ayer encadenado por la seriedad del adversario, y por esa chispa que le elevó antaño al Olimpo y que ahora no tiene.

En este escenario, el Madrid se encontraba más cómodo, y lo demostró cuando en otro contragolpe Márquez tumbó a Robinho. Mejuto, después de ver al menudo brasileño lanzarse a la piscina en dos jugadas precedentes, pensó que había repetido la zambullida y dejó seguir la jugada. Tampoco amonestó a Raúl cuando pisó el tobillo de Puyol, acción que significó el relevo del central, ahora lateral derecho. Algo más tarde, Frank Rijkaard metió en el campo a Giovani y quitó a Deco. Buscaba más juego por las bandas, el que se añora sin Messi.

Con el mexicano mejoraron las prestaciones ofensivas barcelonistas, mas no lo suficiente para ganar el derbi (según la RAE, «encuentro, generalmente futbolístico, entre dos equipos cuyos seguidores mantienen permanente rivalidad»). Y ya a la desesperada, Bojan, que probó rápidamente los excelentes reflejos de Casillas, suplió a Xavi. La rueda de cambios no alteró al Madrid, que también los hizo. Le bastó su pegada para ganar. Feliz Navidad, blanca, ¿verdad?