Polonia
El oso polar y los pechos de hielo: la contracrónica de la cumbre del cambio climático de Poznan (I)
La “troupe”verde se ha movilizado con sus mejores galas. En concreto, con pieles. Aquí, en Poznan, lo que se lleva es traje blanco y cestillo a los pies. Prometo que si el peluche de oso polar que hay tumbado a la entrada de la cumbre con un cesto de mendigo a sus pies no ha superado en limosnas a mis dietas, me voy con la delegación norteamericana y me atrevo a salir con ellos de copas. El hecho es que tras el peluche no se ve a nadie, porque yo he pasado seis veces por delante y lo único que veo que allí se mueve es el montón de monedas. (Una idea para ganar dinero trabajando en casa: peluche esquinero con mensaje ecológico. Inversión: 30 euros de mascota). Aunque he de decir que el efecto Obama ha llegado hasta Polonia. La pobre delegación norteamericana del denostado Bush está aquí para decorar en la foto, a la espera de la brillante y peinada delegación que se presume que vendrá con el nuevo mesías. “De oyentes”, explicaba ayer el Ministerio de Medio Ambiente español que están los estadounidenses. ¿De oyentes de qué?, porque para sólo oír tienen un cuartel general que lustra como el de Asia y África juntas. Sí es verdad que da la sensación de que van tristes por los pasillos, a la espera de los típicos insultos escuchados en estas citas. Se oye alguna crítica, tenue, pero es de desinformados que aún no se han enterado que el país más rico y poderoso del mundo aquí no pinta nada. El hecho es que ahora, cuando se corra la voz, los necesitados enemigos van a ser los japoneses, canadienses y los saudíes, que han empezado con la táctica negociadora de tocar las narices a todo el que se mueve. Como si nada, le han dicho al pobre Yvo de Boer, capo del chiringo, que lo acordado en Bali (año pasado) se lo pasan por el forro. Aquí es importante recordar que el prestigioso secretario de la Convención de Naciones Unidos acabó en Bali llorando delante de todas las delegaciones cuando, tras dos días de interminables negociaciones, y tras presentar un negociadísimo acuerdo final, se le tiraron varias delegaciones como leones y le acusaron de faltar a su palabra. También es cierto que tras los pucheros del bueno de Yvo hubo una prolongada ovación y los críticos le pidieron perdón, avergonzados por hacer llorar a un hombre de edad adecuada. Y así pasan los días en Polonia, con una última visión aterradora: la de un hombre trajeado y formal que se hace una foto sujetando los pechos de una de las estatuas femeninas, hechas en hielo, que hay a la entrada del Palacio de Congresos. Mientras caminaba hacia la calle no podía evitar pensar: ¿Este vota?
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